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Hay cientos de libros que tratan sobre las profesiones del futuro o de cómo tal o cual carrera es la que más demanda tiene. O de qué forma la educación está mutando y los conocimientos se absorben de diferentes maneras; y cómo aquello llamado Internet de las cosas –que marca la sinergia entre el humano y sus conexiones– va a revolucionar el futuro.
Sin embargo, poco se habla del comportamiento humano y de cuán avasallante es la tecnología para lo que nos define como humanos.
En un episodio de una exitosa serie actual que se llama Only Murders in the Building (Hulu/Star+), el personaje de Steve Martin le dice al de Martin Short –dos míticos actores estadounidenses– que no llame por teléfono a Selena Gómez, quien interpreta a una joven misteriosa, porque básicamente los jóvenes ya no quieren hablar por teléfono, solo escribirse a través de aplicaciones.
Ese es solo uno de los fenómenos que va cambiando con el tiempo: la conversación. Y es una cuestión que, a mi criterio, no se puede ni se va a poder atajar. Es la supervivencia del ecosistema de los medios. Además de ciertamente conectarnos, ¿qué tanto nos alejan y nos alienan los teléfonos celulares y sus aplicaciones? Y me incluyo.
En el libro «En defensa de la conversación» (Reclaiming Conversation: The Power of Talk in a Digital Age, 2015), la investigadora estadounidense Sherry Turkle menciona varios ejemplos de cómo la interacción con lo digital deteriora la calidad de la conversación. Inclusive, menciona un estudio científico en donde la hiperconectividad de los niños hace que sean incapaces de identificar emociones.
No vamos a poder mirar al otro lado, desentendiéndonos, por mucho tiempo. Un teórico de la comunicación canadiense llamado Marshall McLuhan dijo ya a mediados de la década de los 60 que los medios de comunicación eran una extensión del ser humano desde nuestro sistema nervioso; y en ese entonces ni siquiera había celulares. La campanilla de un mensaje en el teléfono tiene hoy en mí y en usted mucho más poder que cualquier otra cosa. Hasta pareciera que estamos condicionados como los perros de Pavlov. Las excepciones son raras.
Este tema no es político, ni social ni económico; pero parece serlo todo a la vez. ¿Cómo afectará esto a las sociedades, al país, al pensamiento crítico, a la educación?
En fin, es solo una reflexión de domingo.
@juancalcena