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Indudablemente, el tema es de radical importancia para entender ciertas cuestiones que afectan a nuestra región últimamente. Repentinos y bruscos cambios en las condiciones meteorológicas, con lluvias intensas, prolongadas sequías que destruyen los cultivos, secan los pozos de agua, días fríos alternados con jornadas de intenso calor, independientemente de la estación del año en que nos encontremos.
Son fenómenos indicativos de que las condiciones climáticas no siguen ya un patrón determinado, como acontecía unas décadas atrás. Este fenómeno afecta al mundo entero, obviamente, pero nosotros en particular lo vivimos en la cotidianeidad de nuestra economía, altamente dependiente de los factores climáticos, y hasta nuestra vida cotidiana, cuando una tormenta nos deja sin energía eléctrica, o destruye viviendas en comunidades enteras, o un acontecimiento climático puede provocar la ruina económica de amplios sectores de la producción.
Dentro de este esquema, las conclusiones de uno de los panelistas, el Dr, Max Pasten, experto en meteorología, quien dijo algo alarmante, atendiendo la condición altamente dependiente de nuestra economía respecto del factor clima: el experto mencionó la necesidad de contar con registros de datos de la realidad climática en la zona, “a partir del 2020 hasta nuestros días” para luego definir un plan de acción para mitigar el impacto de las prolongadas sequías que se registran en la zona.
De esta afirmación, se puede colegir que no tenemos una herramienta básica para definir políticas públicas en la materia, y aquí cabe la pregunta de qué hacen entonces entidades públicas de elevados presupuestos y alto impacto en el empleo de los recursos naturales, como la EBY, por ejemplo en nuestro caso, o la misma universidad organizadora del Foro, para contar con registros detallados y a disposición del público sobre la evolución climática en la zona y su impacto en el sector agrícola.
El Foro, sin dudas, ha sido una importante iniciativa, pero más importante ahora es que este análisis grupal se traslade al terreno de las acciones, y no nos quedemos parados cuando vemos que la última reserva boscosa de la región, como el San Rafael, es depredada para plantar marihuana, con la complicidad de autoridades comunales de la zona, o se siga ampliando la frontera agrícola, con el desplazamiento de comunidades enteras, o arrojando desechos a los cursos de agua.