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Por citar solo algunos de la decenas de asaltos ocurridos los últimos días en Ciudad del Este, un adolescente fue acuchillado nueve veces por un joven que le despojó de su celular, una trabajadora fue despojada de una millonaria suma de 28.000 dólares en otro atraco, esta vez tipo comando y una fisioterapeuta fue atacada en su propio consultorio.
Todos los días se reportan hechos similares, cuando uno sale a trabajar no sabe si regresará con vida, pues cualquiera puede ser blanco de algún violento asalto.
Lo peor de esta situación es que al parecer las autoridades están ciegas y sordas, principalmente los intendentes y gobernadores que se llaman al silencio, mientras su gente es aporreada por los delincuentes.
Las autoridades locales no pueden desconocer la realidad de su zona por lo que es inentendible que simplemente no se inmuten ante una problemática social tan agobiante.
La ciudadanía también debe aprender a ser exigente ante sus autoridades y sobre todo no puede mantenerse indolente ante la desgracia del semejante, como si no les afectaran.
Por otro lado, hay una ausencia total de algún plan de política criminal nacional a fin de frenar y reprimir esta ola de inseguridad. Y, si existe algún plan, en la realidad no se palpa ninguna acción de parte del Estado a fin de mejorar la seguridad interna del país.
Además de la necesidad de una acción inmediata para mejorar la seguridad en las calles, urge tomar medidas a largo plazo para reducir la criminalidad en nuestro país. Se debe buscar la forma de desalentar los grupos criminales que están cada vez más robustecidos y a su vez evitar que adolescentes y jóvenes terminen cayendo en actividades criminales.
Asimismo, se debe trabajar en el saneamiento de todo el sistema judicial y penal de nuestro país, pues la impunidad siempre termina favoreciendo a los criminales y para quienes terminan en la cárcel los programas de readaptación son insuficientes.
Si no se toman medidas de forma inmediata, la ciudadanía seguirá a merced de los delincuentes, quienes seguirán cegando vidas, causando perjuicios millonarios y reclutando a jóvenes ya adolescentes olvidados y sin oportunidades para seguir aumentando sus organizaciones criminales, relegando a la sociedad del bien.