Consistorio histórico en Roma: el mayor reto del primer cardenal paraguayo

Es una virtud saber centrarse en lo importante sin perder el foco con controversias y discusiones inútiles. Por eso, más allá de algunas polémicas surgidas en las últimas horas respecto a ciertos nombres incluidos en la comitiva oficial paraguaya que estará en Roma en la histórica ceremonia del Consistorio cardenalicio, que nombrará a monseñor Adalberto Martínez cardenal de la Iglesia católica, y sin entrar tampoco en el debate sobre la cuestionable elección del hotel de cinco estrellas donde se alojará la comitiva guaraní en la Ciudad Eterna, la realidad es que el próximo sábado 27 de agosto es una fecha histórica para la Iglesia católica paraguaya.

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En el octavo consistorio que convoca el Papa Francisco durante su pontificado, un paraguayo será nombrado “príncipe de la Iglesia”, por primera vez en la historia: él tendrá la responsabilidad, entre otras funciones, de elegir al próximo Papa en el futuro. Ser Cardenal es mucho más que un título honorífico como a veces se piensa: se trata de asumir una especial responsabilidad de gobierno, representación y ejemplaridad; de hecho, el nombre de “cardenal” significa “bisagra”, queriendo aludir al hecho de que la Iglesia debe girar sobre la santidad, criterio y consejo de estos personajes ilustres, bajo la guía, por supuesto, del Espíritu Santo.

Este reconocimiento que ha recibido el Arzobispo Metropolitano de Asunción llega por haber destacado en sus labores pastorales realizadas con inteligencia, visión sobrenatural y criterio evangélico. Además, es un guiño de Papa Francisco al Paraguay, un país que está en sus afectos más sinceros, conocedor de la heroicidad de su historia, especialmente de la mujer paraguaya. Monseñor Adalberto Martínez, en sus distintas responsabilidades asignadas en sus 38 años de sacerdocio, especialmente como obispo auxiliar de Asunción, de San Lorenzo, de San Pedro, de Villarrica, así como también como obispo castrense, ha demostrado una gran lealtad a la Iglesia. En sus labores en estas diócesis, y al frente de la Conferencia Episcopal paraguaya, ha exhibido una sobresaliente prudencia en el análisis de los hechos, ecuanimidad más allá de las circunstancias y prudencia en la toma de decisiones. En el Consejo Episcopal Latinoamericano, hizo un gran trabajo como obispo responsable de la Juventud y como presidente del Departamento de Comunicación y Prensa.

Durante la ceremonia especial del próximo sábado, el arzobispo Adalberto Martínez será revestido con el color rojo, que simboliza la sangre, y por analogía la disponibilidad a morir por la fe que la Iglesia ha custodiado, con aciertos y errores, desde hace más de 20 siglos. El primer cardenal guaraní sabe de su responsabilidad de conseguir que Paraguay no se sume a la mayoritaria tendencia mundial católica caracterizada por una apostasía silenciosa. Hoy más que nunca, la Iglesia necesita “bisagras” que conecten lo mundano con lo divino: más que maestros, el pueblo necesita testigos, escribanos de cómo Dios actúa hoy, de cómo Dios está vivo en medio de los hombres y mujeres que enfrentan diariamente continuos retos y desafíos, muchas veces sin los recursos necesarios, sin la fuerza suficiente, con la sensación -no pocas veces- de tener los “ojos vendados” ante la realidad y los “pies encadenados” para recorrer el camino del bien. En consecuencia, no es muy loco pensar que quizá la mayor responsabilidad de un cardenal en la actualidad sea demostrar, con su propio testimonio, que Dios no es una reliquia del pasado, sino una persona que existe y actúa, si lo permitimos, con un poder transformador sin mayor límite que el de la propia fe.

Me uno a la alegría de muchos paraguayos por este acontecimiento histórico y me vinculo a la oración de miles de personas por monseñor Adalberto Martínez Flores. El Arzobispo Metropolitano de Asunción celebrará su primera Misa como Cardenal en el Gesù, la famosa Iglesia de los jesuitas, destino turístico obligado en Roma, muy cerca de la conocida Piazza Venezia.

Recuerdo perfectamente la belleza de esta Iglesia, su fachada innovadora, su imponente cúpula, monumento impresionante a la grandeza de Dios. En los años que viví en Roma tuve la fortuna de visitar el Gesù innumerables veces, no sólo por su interés artístico sino por la cercanía a mi lugar de trabajo y sobre todo por la amistad que fui cultivando con un sacerdote jesuita.

Este hombre de Dios me hizo una reflexión que nunca he olvidado: en el interior del templo, señalando con el dedo índice la cúpula de la Iglesia: “Si compiono sicuramente più progressi nella propria oscurità che nella luce altrui. Ma bisogna ricordare sempre: nonostante il buio che ci possa avere nell´universo di un´anima, con Gesú, possiamo chiamarci sempre vincitori!”. Con el tiempo he ido descubriendo la profunda verdad de estas palabras: se logran más progresos trabajando con la propia oscuridad que con la luz de los demás. A pesar de la oscuridad que pueda experimentar un alma, con Jesús, podemos llamarnos vencedores. Siempre.

La mejor de las victorias deseo a los nuevos Cardenales y especialmente a nuestro Cardenal guaraní. En un momento histórico caracterizado por la complejidad y la incertidumbre, adentrándonos en una época verdaderamente tenebrosa de la historia, con la amenaza certera de un conflicto bélico nuclear y de nuevas formas de organización social de naturaleza claramente totalitaria, la sociedad necesita “cardenales” que ayuden a descubrir caminos y tender puentes hacia un mundo donde la dignidad humana sea respetada sin ambages, manipulaciones ni concesiones.

@pabloalamocoach

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