El saber del pueblo

Celebramos ayer 22 de agosto el día del folklore, un acontecimiento de gran valor cultural para todos nosotros. Es que representa toda la identidad, usos, costumbres e idioma. Abarca la artesanía, los mitos, las leyendas, los cuentos, chistes, comidas y ropas. Las hierbas medicinales, creencias populares, cantos, danzas y poesías, forman parte igualmente de la sabiduría del pueblo.

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Hubo festejos en toda la comunidad educativa. En las redes sociales se publicó una serie de chistes que gustan mucho, mientras que en los colegios se cantó, bailó y recitó con mucha gracia y belleza. Brilló en todo momento el dulce idioma guaraní, que nos llena de orgullo y nos identifica plenamente como nación de ricas raíces culturales. Realmente fue una fiesta colorida en que el rosado lapacho iba lanzando sus pétalos suaves al aire, mientras ecos de sonidos y danzas se escuchaban a lo largo y ancho de la geografía patria. La bandera flameó en el cielo azul y recordamos con mucha emoción, a poetas, músicos, cultores, trabajadores del arte y la cultura. Estos hacedores que ayudan a guardar y recoger el folklore paraguayo. Un rico bagaje que nos hace una población única y original, que nos diferencia y a la vez nos une con otros pueblos.

Dicen que una de las características fundamentales del folklore es que debe transmitirse de generación a generación, de boca en boca y ser de autor desconocido. Así pues algunas de sus peculiaridades son: Es tradicional, ya que lo heredamos de los antepasados y permanece entre nosotros integrándose en la forma de ser, pensar y vivir. Obvio, no se transmite por instituciones oficiales sino a través de la palabra de gente que ni siquiera sabe leer. Por ejemplo, los cuentos de Perurima, son de autor desconocido, no se escribieron en ningún libro, pero se relatan en forma oral y sigue viviendo como una expresión genuina del pueblo.

Otras características son: Es colectivo, en el sentido que no pertenece a nadie en particular. Es aceptado, compartido y socializado por todos. Ejemplos, el terere o los juegos infantiles. Es popular ya que representa a una comunidad o un pueblo como el idioma, la chipa o los remedios naturales. Es social porque es consecuencia de las experiencias propias de una nación en el campo social, histórico o económico. La sopa paraguaya, la yerba, la cerámica, las festividades y los relatos de las guerras. Es empírico ya que no se trasmite por escuelas ni universidades. Y podemos agregar que es anónimo, dinámico y funcional.

Es muy importante tener claro ese concepto, puesto que la mayoría piensa que folklore es cualquier manifestación, expresión, conocimientos y cultura. El folklore se distingue de lo académico, lo formal y lo científico que enseñan las instituciones y los libros. El interés por su recopilación aumentó por el siglo XIX en tiempos del romanticismo y nacionalismo. Era un contraste en cuanto al racionalismo de la ilustración que imperaba en esa época.

Solamente podemos añadir que nuestro folklore es muy rico en todo sentido. La personalidad de nuestro pueblo se observa en sus creencias religiosas, en las fiestas y los juegos de San Juan, en las celebraciones de la Semana Santa donde saboreamos la chipa y la sopa paraguaya. En la fe única que pone el pueblo en su peregrinaje hacia Caacupé para encontrarse con la Virgen de los milagros. O tal vez, en el silbido del campesino rumbo a su chacra con su típica carreta. O el hombre que regresa con el sombrero piri a su rancho donde le espera su amada. Y de un cambuchi sacará agua fresca para aliviar su sed después de una dura jornada. Quizás un enamorado seduzca a su morena en dulce idioma guaraní o el abuelito relate al niño los cuentos de la Guerra Grande. El buscador de plata yvyvy, el cantor del pueblo y la guitarra que llevan serenatas con polcas y guaranias.

Ojalá no perdamos estas expresiones propias con la globalización y podamos conservar como valiosos tesoros.

Ojala sobreviva nuestro folklore.

blila.gayoso@hotmail.com

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