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¿Rutinizarse?
Rutina, tal cual lo designa el diccionario de la Rea academia, deriva del francés Routine, y es definida como una costumbre o hábito que se adquiere a partir de la repetición numerosa de una misma actividad o tarea. El desarrollo de una determinada rutina lleva a que se sistematice una acción o una serie de acciones en el tiempo, cuestión que esa reiteración automática implica que se realice sin mediar el razonamiento o la consciencia de la acción.
La vida de todos los seres humanos se encuentra absolutamente rutinizada. De hecho, los desarrollos de programas de cualquier tipo, operan como organizadores de pasos a seguir y con ello se estructura una determinada rutina en pos de cumplir objetivos. Esto se observa en los programas de dietas para adelgazar, las rutinas sistematizadas de los gimnasios para realizar musculación, los planes de entrenamiento de running, los programas terapéuticos para adictos o alcohólicos.
Un programa demarca básicamente lo que se puede y lo que no. Posee y señala una serie de fronteras: cuales son las acciones a seguir, secuencia, metas mínimas, objetivos finales, contexto donde se desarrollan las acciones, quienes son los participantes, tiempo, entre tantas variables. El ejercicio reiterado de un programa se sistematiza en la vida de una persona y formará parte de su rutina cotidiana, si es que debe aplicarse todos los días.
Una de las áreas donde la rutina se visualiza con mayor alevosía es en el área laboral. Ciertas maquinarias de producción en serie manejadas por hombres y mujeres, la rutina está compuesta por una serie de movimientos automáticos donde se pierde la consciencia. Este tipo de estereotipaciones de acciones tiene su riesgo, fundamentalmente en aquellas maquinarias que cortan, retuercen, aprietan y, ante cualquier distracción, puede ocasionar el daño hacia el ejecutante del movimiento. Este tipo de automatismos rutinarios hacen a la pérdida de atención, a la somnolencia. Tengamos en cuenta que el cerebro no acumula glucosa, pero la consume en un 25% del gasto del organismo. Es factible que después de hora y media o dos horas, se pierda ese combustible y se pueda tener síntomas de hipoglucemia, como pérdida de control, atención, sueño, distracciones, entre otros síntomas. ¡Y ahí se corre mucho riesgo!
También la vida cotidiana esta compuesta por un encadenamiento de rutinas que nos organizan la diaria. Millones de personas cotidianamente se levantan a una hora determinada (teniendo en cuenta que esa hora está en relación al ingreso de la jornada laboral), se duchan, lavan los dientes, organizan la ropa, desayunan (y qué desayunan), viajan hacia el trabajo (a pie, en tren, autobús, moto, bicicleta, automóvil), y por fin llegan al trabajo. Sobre esta plantilla básica rutinaria, existen una serie de rituales que la colorean: me sirvo otro café que compro en el Starbucks de la esquina del trabajo, me paso el hilo interdental luego de desayunar cereales, uso cierto perfume según el día, etc.
El ritualismo forma una parte importante de la rutina. Los rituales, como la rutina en general, son ordenadores, y no hablo ni del ritualismo cabalero basado en el pensamiento mágico, de repetir alguna acción para que el resultado sea el deseado, del tipo como la misma comida cuando juega mi equipo favorito, porque siempre gana cuando lo hago. Tampoco hablo del ritualismo patológico del trastorno obsesivo compulsivo, en donde se camina siempre por las mismas baldosas de una vereda o se lava las manos 18 veces exactas. Todos esos rituales son rumiantes, desgastantes y poco tiene que ver con el orden y la rutina. Hay rituales saludables que hacen a la rutina general de la vida de una persona, como el practicar deporte una serie de días en la semana a una hora determinada; o el ritual de tomarse una tarde libre para cortar el trabajo de la semana; o dejarse la mañana de un miércoles para leer en el bar preferido.
Algunos de estos rituales saludables son impartidos en la psicoterapia como una prescripción de tareas. Se intenta insertar en la persona un hábito que lo desestrese y lo conecte con la salud y con una actividad que le produzca placer. Si ese ritual se logra sistematizar como hábito, se ha producido un pequeño cambio en la persona, cambio que producirá por efecto dominó, otros cambios o una modificación mayor. Hábitos y rituales, entonces, son los soldados que se encuadran en la rutina.
Pero cabe decir que la rutina no tiene buena prensa. La rutina ha sido uno de los estados del hombre mas vapuleado, criticado y descalificado históricamente. Es asociada normalmente con rigidez, abulia, tedio, mas de lo mismo, aburrimiento. Lo rutinario suele ser asociado como el contrario a la creatividad, razón por la cual las vacaciones se constituyen en el período para dejar la rutina de lado y proyectarse en actividades que, por las obligaciones laborales o deberes de cualquier tipo en el año, no pueden realizarse.
La rutinización es el abuso de la rutina. Es decir, la rutina es un gran valor de la vida de los seres humanos. Nos permite abreviar tiempos, sistematizar acciones, no gastar energía en pensamientos que ya se han demostrado que su efectividad es por una vía determinada. La rutina nos indica que no hace falta inventar sobre algo. Si algo funciona, y funciona bien con una rutina, ¡no intentemos mejorarla!; a veces intentamos mejorar o modificar algo que va perfectamente bien. Es un mecanismo que proporciona seguridad, puesto que reduce las sorpresas e imprevistos.
Pero el problema es que cuando una persona se rutiniza, sistematiza su vida de tal manera que aborta la creatividad. La ritualización y sistematización de los hábitos en extremo, vuelven una existencia aburrida, monótona, descolorida. Entonces no es a la rutina a la que hay que criticar sino a la rutina de la rutina. Esto es lo que llamo rutinizarse, actitud que mutila la creatividad y malogra el tiempo libre, y puede llevar -como se observan en las estadísticas de las grandes urbes- a depresión, estrés y suicidios.
Sugiero que seamos conscientes de ese límite entre la buena rutina y el abuso. Romper con ciertos hábitos puede incrementar la creatividad. Alterar ciertos pasos desrigidiza, e idear nuevos programas o incursionar en tópicos fuera de planes, también alienta a desrutinizarse. El abuso de la rutina, perpetúa siempre los mismos recorridos de redes neuroplásticas. Activarlas implica crear, tener nuevas ideas que constiyuyan nuevos caminos alternativos en esas redes: quiere decir que cuando rompemos con el abuso rutinario creamos nuevos senderos que favorecen la creatividad y por supuesto, la buena vida.