Moda sostenible: el desafío de ser artistas relacionales, no tiburones

En mi última estancia en Ciudad de México, paseando por la calle Temístocles, en Polanco, me encontré con una grata sorpresa. Sin esperarlo, me topé con un local decorado con plantas, macetas y ropa hecha bajo un modelo de maquila justa. La marca se llama B.S.C.S.mx y el local, compartido con la marca de plantas y objetos decorativos Querencia, contaba con un surtido variado, pero no excesivo, de vestidos, camisetas, sudaderas, abrigos… Al fondo del local, dos tejedoras de origen indígena estaban trabajando a la vista del público visitante, mostrando con transparencia su arte y tradición de significativa y ancestral belleza.

Cargando...

Después de comprar cuatro prendas, me llamaron la atención tres cosas. La primera de todas fue el compromiso de esta marca con el salario justo: “Quien trabajó en la elaboración de esta prenda fue pagado justamente y valorado por su trabajo”, reza la etiqueta de las prendas B.S.C.S. Este es uno de los puntos fundamentales en los que suelo incidir con mis clientes de consultoría y con mis estudiantes de MBA: el punto de partida siempre es el salario justo.

Las empresas que pagan el mínimo solo consiguen que, al final, los colaboradores acaben entregando el mínimo (de motivación y del desempeño). De esta manera, es un reto imposible ser competitivos en el tiempo. Es un grave error olvidarse la Pirámide de Maslow: en la base de las motivaciones humanas está el poder cubrir las necesidades esenciales de la vida humana. ¿Valoramos realmente a nuestros colaboradores? -Dime cuánto les pagas: así de simple.

Hay diversas formas de pago, como es lógico, que implican, con hechos, que valoramos a las personas. Es el segundo punto que me gustó de B.S.C.S. Esta marca ha creado un entorno laboral agradable, empezando por el diseño, el modo de tratar al cliente interno y externo, la cercanía que busca con él, acercándolo a los grupos de interés.

Generar este “touching” -esta empatía con el cliente- es un acierto sobresaliente. La ropa que llevo puesta fue hecha por alguien, por una persona, no por un robot. Muchas empresas necesitan “humanizar” sus procesos, su negocio, su relación con el cliente. El anonimato o un ecosistema de personas “sin rostro” lleva a la deshumanización.

En tercer lugar, valoro positivamente el llamado que B.S.C.S. hace a sus clientes a hacer un uso eficiente de los recursos naturales, cuidar las prendas de tal manera que puedan durar más y, en consecuencia, disminuir la tendencia contemporánea al consumo compulsivo.

“Evita usar la secadora. Intenta lavar tu ropa a mano. Lava tus prendas con agua fría. Lava tu ropa menos veces”. Estos mensajes son necesarios, y especialmente urgentes, porque el sector de la moda es uno de los que más contamina el planeta. La responsabilidad social empresarial parte de este principio: debo responder por el impacto de mi actuar empresarial, debo ser parte de la solución y no del problema.

Por último, el caso de B.S.C.S. de México nos recuerda que el emprendedor, la emprendedora, debe ser un artista, un virtuoso de los negocios. El management no es una técnica que se enseña y que todos pueden desarrollarla con éxito; en verdad, el mundo de los negocios se asemeja más al arte porque implica una “capacidad relacional” que no tiene reglas universalmente válidas.

Para tener éxito, no es suficiente con tener visión y la capacidad de convertir una oportunidad en un negocio rentable, sino que hoy más que nunca se necesita artistas relacionales que sepan conectar con las necesidades, sentimientos, valores y emociones de los clientes. Se trata en definitiva de ser más delfines y menos tiburones, despiadados depredadores que van directamente hacia donde huelen sangre.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...