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En pandemia caímos en la cuenta de que no somos independientes -lo que se dice independientes- en términos sanitarios cuando la región quedó rezagada en el acceso a insumos y vacunas para hacer frente a la pandemia por covid-19. Una cuestión que hoy debe llamarnos a la reflexión.
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El nefasto mecanismo Covax demostró a la región en general, y a los paraguayos en particular, que fuimos menos que nada para la “mayor operación de suministro de distribución de vacunas en la historia”, como se hizo llamar este mecanismo al que Paraguay pagó casi USD 7.000.000 de prima para recibir prácticamente nada.
De no haber sido por la donación de las 2.000.000 de dosis de las vacunas Pfizer por parte de los EE.UU, y otras de otros países, la historia de Paraguay frente al covid-19 hubiese sido más devastadora y que las más 18 mil muertes por el virus se hubiesen duplicado.
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Pero volviendo a las palabras de Peppo y su idea de la independencia sanitaria, para esto solo podemos fijar la mirada hacia la formación de profesionales científicos, una vía a largo plazo.
Sin embargo, la inversión en i+d+i (investigación, desarrollo e innovación) no está ni cerca de ser agenda de las instancias de decisión.
El país y la región necesitan de una política en bloque para lograr nuevas plataformas que nos consoliden como líderes en estudios y producción de medicinas, vacunas y toda tecnología pensada y aplicada a la realidad sanitaria de nuestros países.
Una utopía más, al menos en el llamado “corazón de América del Sur”, pues las sucesivas campañas políticas financiadas por el narco, la disputa por tomar el mando de partidos políticos, el tráfico ilegal de drogas, el sistema judicial a medida de los corruptos y muchas otras irregularidades que requieren del concurso de los políticos y la política comprometida, no dejan lugar al desarrollo mediante el conocimiento.
Solo cuentan los prepos y ladrones. Así los “comunes” estamos condenados a la eterna dependencia y mendicancia.