Blas Garay: tinta y sangre

En su primer libro de poesía, Jorge Luis Borges utilizó esta frase: “la corrupción y el eco que seremos”. Ese eco es el que resuena en la obra “Después de la vida. Blas Garay” en la que su autor Alcibiades González Delvalle plantea la enrevesada relación de la política, la corrupción, la impunidad, la ética periodística y la muerte como signos de una época pasada que se repiten hoy con demoledora verosimilitud.

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La obra teatral fue estrenada el pasado viernes en el Arlequín Teatro bajo la dirección de José Luis Ardissone y es altamente recomendada para quien busca nuevos abordajes culturales de gran contenido político lejos de la televisión, las plataformas de streaming o del plagueo diario estéril.

González Delvalle enmarca la obra en el encuentro imaginario de Blas Garay, joven periodista, y su asesino Mateo Collar ofuscado por las denuncias documentadas de corrupción que salpicaban a su padre y que aparecían en los números de La Prensa, en una época en el Paraguay venía saliendo de una calamidad sanitaria, allá por 1.899.

Las problemáticas planteadas en aquel entonces son exactamente las que se viven hoy cuando habla de las patéticas disputas y de la inutilidad de los partidos políticos.

“Los partidos militantes de hoy día, ya no sirven, están gastados por una larga serie de desaciertos y de errores. Formados únicamente con la aspiración de conseguir el poder, no han dejado de ser un solo momento partidos personales”, dice en una parte el editorial de Garay. También muestra que ya en aquella época causaban preocupación las noticias falsas o fake news.

Así la obra nos deja pensando si la corrupción y la impunidad son parte de nuestra identidad cultural o tiene más bien que ver con una cuestión cíclica, algo así como un nefasto y eterno retorno borgiano del cual parece que no tendremos salida.

“Después de la vida. Blas Garay”, abre un resquicio para replantear sobre hechos reales un utópico inicio de soluciones también reales. Solamente cuando nos miramos, cuando abordamos las problemáticas con introspecciones creativas como la de esta obra tenemos formas de interpelarnos amigablemente y encontrar el camino de salida.

Eso es lo que nos deja esta obra y también nos deja con ganas de conocer más sobre este joven periodista asesinado a la edad de 26 años por culpa, cuándo no, de personajes corruptos que paradójicamente buscaron limpiar su nombre de la tinta periodística con descomunales litros y manchones de sangre.

mescurra@abc.com.py

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