Quién evitará el funeral de la democracia

Observando días atrás el asentamiento de casas precarias en las plazas del Congreso pensé cuán poco eficaz sería hablar a sus pobladores de institucionalidad.

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A esas personas solo les interesa la supervivencia diaria. Qué podría importarles que las autoridades fueran ferozmente corruptas. Si les pasan algo de comer u “otro ayudo” ocasionalmente, está bien. Esta situación llevada a escala país brinda un panorama patético de nuestra realidad nacional.

En el caso específico de la gente que “vive” en las plazas referidas, en pleno casco histórico asunceno, mantenerla ahí es alargar su miseria y hacer que su sobrevivencia dependa de quienes la explotan con fines políticos u otros propósitos depravados.

Ninguna institución legítima acude a solucionar el problema de ubicación de esas personas (no deben estar ahí) ni de su crecimiento humano (algún programa social no asistencialista que les abra mejores condiciones en otro ámbito).

En medio de la anarquía reinante en los espacios públicos, esas personas han extraviado el concepto de autoridad constituida. Para ellas, estar ahí es un “derecho” adquirido por el simple hecho de haberse instalado sin que nadie se opusiera desde un principio. Ahí serán carne de cañón en medio de la mugre, y solo escucharán a quienes les tiren unas sobras del banquete.

Para ellas, su autoridad será quien les resuelva sus problemas cotidianos, fuere quien fuere, y no la autoridad institucional que ni se ocupa de ellas. Sus “líderes” serán corruptos y narcos que les arrojen unas migajas. Les responderán a estos y harán lo que les pidan estos, así sea destruir más de lo poco que nos queda de institucionalidad. Ese es el peligro verdadero: ante un Estado inoperante operan los bandidos en estado permanente de alerta para lograr sus objetivos.

Esta gente desposeída, viviendo en la miseria, sacraliza la riqueza de quien le presta “ayudo”. No le importa si esa riqueza proviene del crimen. Lo tétrico es que este pensamiento no solo está ya en sectores socioeconómicos bajos, sino que crece en otras esferas que van tolerando gradualmente a corruptos que roban al Estado pero reparten algo.

Aunque quedan atisbos de conciencia de que la corrupción es mala, se la consiente cada vez más como realidad indisputable. Esta actitud es alimentada por el hecho de que el propio Ministerio Público no parece muy decidido a combatir a los corruptos, especialmente cuando son políticos y más específicamente cuando son políticos de ciertos grupos.

Los problemas de la gente aumentaron y con ello, sus ansiedades. El gobierno desquiciado no aporta soluciones institucionales en las plazas ni en ningún lado, y asoman los mesías con sus árganas muy llenas de billetes bien lavados. Las billeteras pródigas de los cada vez más ricos bandidos ganan elecciones para que sea más multitudinaria la procesión menesterosa en el centro histórico asunceno y otros puntos del “suelo patrio”.

Ante este escenario de decadencia destructiva, solo el voto reflexivo podrá evitar el funeral con que se atemoriza a nuestra agonizante democracia.

nerifarina@gmail.com

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