Caso Pecci: lo bueno, lo malo y lo feo

Un mes y siete días después del asesinato del fiscal Marcelo Pecci en Colombia, cuatro de los cinco detenidos por el caso fueron condenados a más de 20 años de prisión. Las penas fueron reducidas a la mitad porque reconocieron su culpabilidad y pidieron perdón. Más allá de lo que se pueda cuestionar, la noticia sorprende porque Colombia no da vueltas en chicanerías cuando se trata de impartir justicia pronta y barata. Eso es lo bueno.

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Lo malo es que la narrativa del discurso de perdón era más bien una formalidad antes que un verdadero acto de arrepentimiento.

De ahí que 23 años de cárcel no es nada frente al daño causado por más arrepentidos que estén los condenados (Wendret Carrillo, Eiverson Zabaleta, Marisol Londoño y Cristian Camilo Monsalve Londoño) quienes actuaron con saña, premeditación y alevosía.

Ni con mil páginas de disculpas, le devolverán la vida al fiscal Pecci, quien ha sido víctima de un sistema perverso que hace cualquier cosa como pagar más de medio millón de dólares para mandar matar a un fiscal paraguayo a cambio de mantenerse vigente a la sombra de la clandestinidad y sobre todo la impunidad.

Otra cosa mala es que, como casi en todo, siempre atrapan y condenan a los eslabones más débiles de la cadena y de los autores intelectuales tal vez jamás tengamos noticias.

Las comparaciones son odiosas, pero no se puede pasar por alto la gran diferencia que existe entre el sistema judicial colombiano y el paraguayo.

En esta ocasión vimos como los colombianos actuaron de manera expeditiva ya sea que esa eficiencia se dé “por naturaleza” o por la presión que implicaba que organismos internacionales como la DEA y otros estaban con la lupa puesta sobre el caso.

En Paraguay, ni con Mandrake ocurren estos milagros porque el negocio de la Justicia radica en alargar los procesos de manera a dejar impune a quien tiene el dinero para sostener su “inocencia” mediante chicana$.

Lo feo fue, es y seguirá siendo que una autoridad colombiana imputó la culpabilidad de este asesinato a una de las víctimas: la viuda Claudia Aguilera.

Esta autoridad sostuvo que el crimen ocurrió prácticamente debido a sus posteos en redes sociales y que mediante estos los asesinos pudieron dar con su objetivo. Un comentario tan desafortunado y falto de empatía culpando a la víctima de su desgracia.

No, la mafia no se guía por cuentas de Instagram, Facebook o Twitter para sentenciar y sacar del camino a quienes les molesta y molesta a sus negocios.

A la mafia no le importa un solo posteo cuando ya de antemano grabó una bala con el nombre de su víctima. Y la mafia y el narcotráfico seguirán vigentes hasta que las autoridades se decidan a asestar el golpe a las cabezas pensantes de esa superestructura trasnacional.

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