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Las redes sociales se inundaron de indignaciones virtuales por las atrocidades que se vienen dando. Una notable mayoría de las opiniones versan sobre la necesidad de darle duros castigos, severas sanciones a los infractores. La presión social llega al punto de que jueces y fiscales deben buscar herramientas legales para aplicar sanciones más severas.
Si bien nuestro sistema de justicia no tienen a la sanción con la finalidad del castigo sino de la protección de la sociedad y la reinserción social, la represión de estos hechos es más que necesaria.
Sin embargo, poco o nada se plantea de qué podemos hacer por los agresores. De qué nos sirve castigar hasta no poder a un agresor si no estamos haciendo nada para que no haya más agresores.
Sin pretender justificar estos atroces hechos, es imperiosa la necesidad de buscar la raíz de estos males. ¿Dónde estamos fallando como sociedad para engendrar agresores y abusadores de estas calañas?
Especialistas y estudiosos en la materia coinciden en que los abusos y las agresiones hacia niños y mujeres es una cuestión cultural en nuestro país. Y esto no es un secreto ni ningún descubrimiento, existe una fuerte aceptación moral de los abusos contra niños y mujeres.
Se normalizan las palizas hacia los niños con la excusa de que se les está ‘corrigiendo’, cuando lo que se está haciendo es enseñar que los golpes son una forma correcta de resolver problemas.
Se normalizan las crueles burlas entre niños, con la excusas de que son cosas de niños, cuando se está incentivando la intolerancia y la falta de respeto hacia un niño que puede ser diferente o con dificultades.
Lo más triste de esta realidad es que quienes dicen llamarse defensores de los niños sean los primeros en propiciar odio e intolerancia. No podemos dejarnos llevar por la emoción y alimentar aún más esa sed de violencia que tanto daño está haciendo a nuestra sociedad.
Necesitamos determinar las fallas que nos llevaron a tener una sociedad tan enferma y para eso es primordial trabajar en la salud mental. Mientras no hagamos nada para mejorar la salud mental de esta población tan dañada, seguiremos llorando a víctimas inocentes de las más diversas atrocidades.