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En su programa Conclusiones, Luis Fernando López del Rincón abordaba el asesinato del Fiscal Marcelo Pecci y decía no sentirse satisfecho pues “cómo es posible que un fiscal de ese perfil salga del país sin protección”.
En la búsqueda de respuestas recurrió a la diputada Amarilla a quien planteó esta y otras interrogantes. La entrevistada había empezado a responder dando un poco de contexto de lo que ella creía que podría ser el origen de este crimen trasnacional cuya autoría intelectual se atribuye al crimen organizado y al narcotráfico, según las hipótesis de los investigadores.
En esa contextualización aparece la ruta de la droga y el contrabando de cigarrillos; asociando esto útilmo a una tabacalera propiedad del expresidente Horacio Cartes. Algo que el entrevistador consideró como una campaña en contra del exmandatario. Dijo que él no iba a permitir tal cosa, defendiéndolo como si se tratase de su correligionario o de su abogado. Acto seguido cortó a la diputada y mandó a la pausa.
Podemos estar o no de acuerdo con lo que dice Amarilla, quien públicamente dijo que se hacía cargo de sus dichos. Pero si un periodista recurre a una entrevistada, la invita a que hable, es cuanto menos mala educación, interrumpirla y retarle como a una niña.
Amarilla es una diputada, no es una periodista del staff de CNN que presentó un reportaje mal hecho para que este señor la trate como a alguien que está en mesa de edición verificando datos. Al volver de la pausa el señor López tuvo que desdecirse y ceder nuevamente el micrófono a Amarilla para que esta “redondee” su idea. Pero el daño ya estaba hecho.
Muchas veces no estoy de acuerdo con Amarilla. Pero el caso no se trata de que sea ella, se trata de lo grave que es cuando la censura viene desde el periodismo.
Aquí se usó el poder periodístico para acallar a una persona, se vio cadena internacional y se mostró que no interesa escuchar a los entrevistados si estos no se alinean a las ideas editoriales.
Si hay capacidad de intentar “silenciar” a alguien en vivo, no quiero imaginar lo que pasa tras bambalinas. Un verdadero retroceso en la lucha que se viene librando por la libertad de expresión en el marco de la cobertura del crimen trasnacional.