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Sin embargo, este no es un mal solo de zonas fronterizas y como lo dijo uno de los expositores, no hace falta empezar a citar los crímenes, pues convivimos con ellos todos los días. Los grupos están interconectados más de lo que pensamos y desearíamos.
Durante la conferencia se detalló que muchas de estas organizaciones sirven para financiar a grupos extremistas como el Hezbollah. Además es preocupante cómo muchos de los jefes criminales incursionaron en la política y llegan a cargos públicos, para blindarse desde la función estatal.
Brian Skaret, asesor legal residente del departamento de Justicia de EE.UU., uno de los disertantes, comenzó su ponencia describiendo a una ciudad al que llamó “pueblo grande”. Contó que en ella reinaba la violencia, el comercio ilegal y la informalidad pero también había gente trabajadora y amable, rodeada con una zona rural altamente productiva. Estaba segura de que se refería a Ciudad del Este, pero para mi sorpresa hablaba de Chicago en los años 1930.
Skaret recurrió a la historia para revelar qué realmente se necesitó para combatir el crimen organizado en Chicago de los años 30, donde operaban mafiosos de la talla de Al Capone.
Afirmó que herramientas como tecnologías, equipamientos y capacitaciones para policías de frontera y cualquier otro recurso que ayude al combate, en definitiva son necesarios pero no es lo fundamental.
Skaret resaltó que lo que realmente se necesita para luchar contra el crimen organizado es la honestidad, de funcionarios públicos como jueces, fiscales y policías héroes que no acepten coimas ni favores de los criminales. Sin embargo, esto no es solo una carga para los servidores públicos sino debe ser una consigna de todos y cada uno de los que componemos esta sociedad, pues la honestidad es el único santo remedio para combatir este flagelo que está acogotándonos.
Si queremos realmente disminuir la criminalidad y todas las consecuencias que la misma trae, debemos empezar por eliminar de nuestro día a día esos pequeños actos de corrupción para ir saneando la sociedad de la podredumbre.