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Alicia Murto fue compañera en la facultad de Ciencias de la Comunicación en la década del ‘80, y en el ‘89, tras años de no vernos, volvimos a encontrarnos en ABC Color donde ella demostró tener una excepcional creatividad y olfato para saciar la sed de consumo del espíritu humano: la gente formaba fila para salir en Rincón VIP.
Alicia fue jefa, y durante mucho tiempo, la única mujer en las reuniones de tomas de decisiones editoriales. Ese cargo le permitió dar oportunidades que reclamaba su equipo para las áreas de educación, organización, salud y cultura para las mujeres. Durante el día hacían periodismo de trinchera para poner luz donde había sombras y tabúes… y apenas entraba el sol, las noches se encendían bajo el brillo de las cámaras, la refinación y la sofisticación en eventos sociales del poder político y económico.
Lejos de las luces del glamour, Mabel Pedrozo brillaba como escritora y periodista, un lujo que dio una plusvalía a su profesión como comunicadora. Mabel encendió las letras, le puso sustancia a los sustantivos, llenó de colores los adjetivos y recreó con pasión el costumbrismo paraguayo. Ganó premios por sus libros y sus cuentos en duras competencias literarias donde su narrativa encantaba. Nunca pudimos contarle la cantidad de veces que devoramos sus historias, las denuncias que desgranaba en encendidas descripciones, las muchas ocasiones en que de un sorbo nos atragantamos con sus relatos que podían pasearse sobre la más increíble cotidianeidad de lo invisible, pasando por la tragedia, el erotismo, el surrealismo o la comedia.
Mabel también ocupó cargos de relevancia editorial en la estructura de un medio de comunicación popular que abrió surcos en Paraguay. Junto con Néstor Insaurralde y su hermana Amanda, lideraron una revolución para llevar a todos los rincones del país las letras impresas en papel diario. La vimos un par de veces, y los testimonios de su equipo de trabajo certificaron su extrema solidaridad y lo que se leía en sus letras: su profundo compromiso con su pueblo.
En tiempos difíciles de una complicada profesión como el periodismo, que las vidas de Mabel y Alicia sirvan para decidir qué huellas elegimos dejar: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más, caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.