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Hasta ahora se apresó –o tiene orden de detención- una decena de personas a más del comiso de bienes por un valor de cien millones de dólares entre inmuebles, camiones y automóviles de alta gama.
Llama la atención cómo los delincuentes han venido, desde hace años, construyendo su fortuna a la vista de todo el mundo sin que nuestras autoridades se diesen cuenta o, por lo menos, sin que intervinieran
No tengo prueba, pero casi puedo asegurar que la iniciativa de A Ultranza nació en el extranjero. Posiblemente de la DEA. A los organismos internacionales les habrá parecido, en el mejor de los casos, una inutilidad de los nuestros y decidieron, ante el crecimiento de la mafia en nuestro país, intervenir directamente porque supone un daño incalculable para los países donde llegan las drogas desde el Paraguay.
De todos modos, por encima de quién o quiénes tuvieron la iniciativa, es de aplaudir el resultado obtenido hasta hoy. Deseamos, eso sí, que la iniciativa quede a cargo de nuestras autoridades y no que se les diga de afuera lo que tienen que hacer y cómo hacerlo.
Siempre se supo la cuna del narcotráfico, Pedro Juan Caballero, donde los mafiosos hacían lo que querían. Hasta se volvieron lugares de curiosidad turística las residencias de los delincuentes. Así se nos decía “esta es la casa de...”, “Esta de...”. Eran mansiones –siguen siendo- con alto grado de exhibicionismo. Una de ellas hasta tenía –creo que sigue teniendo- la réplica del santuario de la Virgen de Caacupé. Por una extraña razón, los narcos son muy católicos. Seguramente están convencidos de que ese es el camino para llegar al cielo y esquivar el infierno adonde deben ir para penar por los siglos de los siglos en los hornos de llamas inmensas sin cesar ni un segundo. Si los narcos son religiosos, como parecen serlo, creerán en el cielo y el infierno.
Aquí está la cuestión. Cada día convierte en infierno la vida de los drogadictos y la de sus familiares. Hacen de ellos una piltrafa, los inician y mantienen en el crimen, la violencia, la marginación.
Cuando uno ve a estos que fueron ganados por las drogas no es posible pensar que detrás de ellos hay unas manos asesinas que amasan fortunas a costa de la desgracia, generalmente insalvable, de jóvenes que hasta llegan a matar por conseguir un poco de dinero para el delincuente.
Todos sabemos de las consecuencias devastadoras en el organismo humano de las drogas prohibidas. Es por ello, y por mucho más, que las autoridades policiales y judiciales deben ser particularmente rigurosas con los narcotraficantes que invadieron nuestro país y se instalaron, según frecuentes denuncias, en las altas esferas del poder donde manchan todo lo que encuentran. Cuando por ahí se los descubre, suele ser tarde, ya envenenaron el alma y la mente de miles de sus compatriotas a quienes les roban el sueño, la esperanza, la vida misma.
El operativo A Ultranza, apenas arañó un poco, saltaron como liebres los delincuentes que hasta ese momento usaban el disfraz de “honorables”. A propósito, una parlamentaria propuso con muy buen criterio que ambas Cámaras del Congreso deje se llamarse “honorable”. Honorable, según el diccionario es: alguien “respetable, digno”. ¿Respetable y digno quien se dedica a amasar fortunas con la tragedia de un prójimo?
Ojalá que hacia fin de este año vuelvan a aparecer los de la DEA, de la Unión Europea, del Uruguay, para dar otro empujón al Ministerio Público y puedan librarnos de algunos delincuentes de los que tanto abundan. Es la única abundancia que tenemos.