El padecer de los oncológicos

Cada vez se diagnostica a más y más personas de cáncer. Una enfermedad que para muchos es la última etapa de la vida. Algunos mueren siendo muy jóvenes, y otros, ya después de haber disfrutado de muchas facetas de la vida.

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Pensando en esta situación, lo más doloroso ha de ser, además de recibir un diagnóstico poco alentador, estar frente a un batallón llamado desinterés gubernamental. Paraguay es uno de los países de la región que poco o nada ha invertido en toda su historia en salud pública.

Para muchos el Instituto de Previsión Social (IPS) es una bendición, porque aparentemente uno tiene asegurado su tratamiento. Aunque no todas las veces sea así.

El punto es que siempre se tiene esa idea, precisamente por la desidia de los hospitales nacionales, y de las instituciones destinadas al tratamiento del cáncer. Y la falta de inversión es obvia.

Basta con observar la estructura edilicia de los hospitales. Hechos en las épocas más doradas de algunos de los Gobiernos que tuvo el país. Hasta pareciera que estuviésemos viviendo en otros tiempos. Aclarando, en más de medio siglo atrás.

El Instituto Nacional del Cáncer (Incan) es un ejemplo. Hace 20 días está sin tomógrafo. Solo cuenta con dos aparatos. Cuántas veces la institución habrá pasado por el mismo dilema. Cuántas vidas se habrán apagado en esos cortos y largos tiempos de espera.

Para una persona con cáncer hasta los segundos son cruciales. El Incan nunca a tenido una tercera opción en estos casos. Siempre han apagado incendios sobre la marcha. Cómo se puede hablar de una buena calidad en salud, si ni medicamentos hay. Y ni hablar de los análisis clínicos que piden los médicos, y que no se realizan en el Incan.

Las autoridades juegan con la salud de los paraguayos. No tienen ni el más mínimo respeto hacia el padecer ajeno. Hacia el sufrimiento.

Haciendo una retrospección hacia el último mes del año pasado, cuando se inauguró el Pabellón de Contingencia, por cierto, ya al término de la pandemia, una de las camas que dijeron era nueva, tenía un chicle de antaño pegado a la cabecera. Recordar eso, esa grotesca burla, es caer en cuenta de que la inversión que realizan es un espejismo. Solo para cumplir lo que dicta la Constitución, y otra vez a medias.

Se debería pasar la etapa del figuretismo barato al compromiso con el país.

lucia.gonzalez@abc.com.py

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