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Las definiciones de amor varían de acuerdo a la disciplina o modelo al que se adhiera, razón por la cual se encuentran teñidas de subjetivismo propio de los términos abstractos y más a los que aluden al territorio de sentimientos y emociones. El amor es un fenómeno complejo y como tal se construye mediante diferentes relaciones y por ello es diferente en sí mismo en cada categoría de relación donde se desarrolle. El amor de padres a hijos, entre hermanos, nietos y abuelos, entre amigos, de hijos a padres, entre cónyuges, etc., es cualitativamente diferente en cada vínculo.
Diferentes relaciones amorosas
Pero, si algo nos diferencia con el resto de las especies, es que somos animales amorosos.
1)Amor social: Por ejemplo, el amor social es el inherente a la especie humana. Es la emoción que mancomuna la interacción; el amor es un motor o motivador comunicacional. Somos seres amorosos, hay numerosas pruebas que muestran actos de solidaridad, amor y generosidad, entre niños pequeños y entre primates, principalmente en chimpancés y bonobos como afirman los primatólogos y esto termina de reafirmarse con el hallazgo de las neuronas espejo como génesis de la empatía. Este amor social es el amor entre compañeros de trabajo, amigos, colegas. Compete a una estructura bio-cognitivo-emocional de la que se derivan multiplicidad de juegos relacionales de los que surgen sentimientos y que se traducen en juegos como alianzas, coaliciones, rivalidades, celos, envidia, etc.
2) Amor familiar: Tal vez habría que diferenciar el amor social con el amor familiar, ya que este tipo de amor entra dentro de lo social, pero interviene una variable de una importancia no menor: la biología, es decir, la herencia y la genética, aunque también hay factores relacionales y cognitivos que se aúnan y que producen efectos identificatorios.
3) Amor conyugal: Mientras que este amor, es un amor asociado con los sentimientos. Es un amor complejo que evoluciona o involuciona en el vínculo y que se desenvuelve en el tiempo. En este sentido, el amor se diferencia de la pasión, que resulta más biológica, intempestiva y neuroquímica. Tras la dificultad de encontrar una definición de amor conyugal y no caer en particularidades subjetivistas, tal vez, pueda resultar más sencillo definir pautas de elecciones de pareja patológicas, relaciones fallidas y amores dolientes, en cambio de trazar definiciones acerca del amor saludable propiamente dicho. O sea, a veces, de cara a la falta de definición de un tema determinado, logra ser explicado por su contrario.
El amor es un sentimiento que emerge poderoso del sistema límbico, que es el área del cerebro donde residen las emociones. El partenaire enamorado, siente y convierte en acciones que tratan de ser consecuentes y coherentes con ese sentimiento. Un ser humano traduce en gestos, movimientos, acciones, palabras o frases, orales o escritas, en la necesidad de hacerle saber al otro ese afecto profundo. Expresarle el amor al otro encierra la secreta expectativa de reciprocidad amorosa y complementariedad relacional, que produce en el protagonista el saber que no está solo en el proyecto de la pareja (el amar sin ser amado es una de las causales más frecuentes de la desesperación). Esta transmisión busca la seguridad. Una utópica seguridad, tanto, que la búsqueda de reaseguramiento amoroso hace que se descuide el presente de amor en pos de reafirmar el futuro hipotecándolo. Y ese descuido, posee lamentables consecuencias cuando la mirada preocupada se centra en adelante y no en mientras y durante.
4) Amor parental: pero un amor más emparentado con la emocionalidad y con los aspectos neurobiológicos, refiere a la relación de padres hacia hijos: el amor parental. Es un amor que como todo amor no es sencillo en definir y en general se describe por las acciones que se realizan que establecen un barómetro de la intensidad del amor. El amor parental es un amor biológico, propio de la descendencia de la especie. Es el amor oxitocínico cuidador. Es el amor protector del apego, el amor natural que se desarrolla desde el nacimiento entre las madres y padres con el hijo.
No es lo mismo el amor relacional desde los padres hacia los hijos, que desde los hijos hacia los padres. La profunda incondicionalidad amorosa se muestra desde la parentalidad. Son los padres que se ofrecen como protectores incondicionales de los hijos y no a la inversa. Es el caso de madres que protegen a sus hijos que han cometido actos aberrantes, delincuenciales o asesinatos, que a pesar de todo se hallan al lado de ellos par y par. Más allá que las funciones se invierten en la vejez de los padres, donde los hijos se parentalizan -son padres de sus padres- aunque tampoco es el mismo amor. Por supuesto, siempre existen excepciones a la regla, y que exceden etiquetamientos del manual de enfermedades mentales, observamos padres abandónicos, padres que niegan la relación con sus hijos y casos similares.
Pero una creencia sostenida en los vínculos amorosos conyugales, es la de la incondicionalidad amorosa con la consecuente jura de fidelidad. Esta creencia forma parte de la mitología relacional de la pareja, pero que por el contrario, el amor de pareja resulta condicional, o sea, se encuentra sometido a multiplicidad de condicionamientos: contextuales, evolutivos, estéticos, económicos, sociales, relacionales, políticos, entre otros. En cambio, el amor parental es el único sentimiento amoroso incondicional. Es el amor de la entrega sin inhibiciones, es el amor por el que se da la vida por los hijos.
Una investigación sobre el amor
Para confirmar la hipótesis que el amor de pareja es un amor condicional y que la única incondicionalidad amorosa es el amor de los padres hacia los hijos, un grupo de investigadores del Laboratorio de Neurociencias y ciencias sociales (LINCS), evaluaron y compararon el amor de pareja con el de padres a hijos frente a un dilema. Esta investigación se desarrolló en Buenos Aires que intentó diferenciar el amor paterno y materno-filial en comparación con el amor de pareja, investigando sobre casi 500 personas con parejas estables y con hijos.
La prueba se realizó presentándole al padre o la madre el siguiente dilema: Estás en la sala de espera de un quirófano en el que se encuentra tu hijo/a en cirugía, que en ese momento tiene 18 años. El médico cirujano sale del quirófano y te dice: Si a tu hijo inmediatamente no le trasplantamos un corazón no va a sobrevivir, ¿le donas tu corazón, SI o NO?. Y la segunda opción consiste en repetir la misma consigna pero en el quirófano se encuentra tu esposa/o. El médico cirujano sale del quirófano y te dice: Si a tu esposo/a no le trasplantamos un corazón, no va a sobrevivir, ¿le donas tu corazón, SI o NO?
En ambas opciones se exploran las emociones: Angustia / Ansiedad / Tristeza / Culpa / Confusión e indecisión / Desesperación / Indiferencia o frialdad / Miedo / Enojo o bronca / Cariño y amor / Otros. En lo atinente al vínculo parental, se contabilizaron en su mayoría, más del 90% hijos biológicos, 2% hijos adoptados, 7% hijos de la pareja no propios y 1% guarda Legal.
Con respecto a los resultados, en casi el 93% donarían el corazón, con porcentajes que no muestran disparidad de género en la muestra (92.2% hombres, 92.8% mujeres), lo que ratifica nuestro supuesto acerca de la incondicionalidad de amor y también desmitifica la creencia de que la maternidad es más altruista que la paternidad: la investigación mostró que tanto padres como madres son los que dan su vida por los hijos. La negativa del 7% restante tuvo que ver con padres y madres de más de tres hijos, que de donar el corazón dejaban huérfanos al resto, pero, cabe aclarar que la mayoría sintió entregar su propia vida. Los padres adoptivos y de guarda legal reaccionaron con la misma inmediatez que el resto de los padres biológicos.
En contraste, los resultados ante el dilema que investiga el amor conyugal, se observó que casi el 44% sí donarían el corazón, contra un 56% que no lo donarían. Los tiempos de reacción fueron más largos puesto que es una decisión que se piensa y se calcula tomando en cuenta las opciones y las posibilidades, más allá del sentimiento.
Un detalle más entre los tantos que arrojó la investigación: los hombres donaron su corazón a su pareja casi un 70% por sobre las mujeres cuyo porcentaje alcanza aproximadamente un 35,2%. Son varias las hipótesis que se barajan al respecto y que pueden abrir las puertas de nuevas investigaciones. Una de las posibilidades es que las mujeres dan primacía a la maternidad por sobre la conyugalidad (si donan el corazón a su pareja dejarían huérfanos de madre a sus hijos). También podríamos inferir que los hombres son más dependientes y aferrados a la conyugalidad que el género femenino.
Neurocientíficamente, la respuesta al dilema muestra por parte de los padres, una reacción más amigdalina inmediata (el órgano cerebral de la reacción emocional por excelencia), que no media el pensamiento, sin cálculo, ni razonamientos. En cambio, la respuesta de los cónyuges es producto de la reflexión o del pensamiento y el análisis, es decir, una reacción frontalizada y cortical (el lóbulo frontal es un polo racional y de razonamiento lógico).
Esta investigación descubre y confirma la hipótesis inicial: el amor de pareja es condicional y esta sometido a múltiples condicionamientos, es un amor que se reflexiona por lo tanto: derroca el dicho contigo pan y cebolla como signo de estar con el otro a toda costa. En cambio, el amor materno y paterno filial, es un amor casi biológico, muestra incondicionalidad en el vínculo y hace elogio a la frase: dar la vida por amor.