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Cuando sube el precio del petróleo en el mercado internacional, los distribuidores locales de combustibles aumentan inmediatamente sus precios con el argumento de que instantáneamente deben cobrar más para las nuevas compras de stock.
Sin embargo cuando baja el precio internacional el argumento es que se debe esperar algunos días más para la rebaja de algunos guaraníes por litro, porque el stock que está siendo vendido en ese momento fue comprado a un precio más alto.
Como sea, quien sale siempre embromado, para no usar algún otro verbo aún más gráfico, es el cliente.
Comentario al margen, la pregunta que surge, con estos constantes aumentos que generan inflación, es ¿qué puede hacer el gobierno para que el golpe hacia una clase media cada vez más pauperizada no sea tan duro?
El exministro de Hacienda César Barreto nos decía días atrás en la 730AM que es muy poco lo que puede hacerse considerando que tenemos una dependencia absoluta de la importación del producto ya terminado.
Y la planta estatal de Petropar en Villa Elisa, donde anteriormente se refinaban combustibles, está convertida exclusivamente desde hace algunos años en un gran depósito.
El exministro considera no obstante que algo más puede revisarse dentro del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) ese tributo que el gobierno fija para los distintos tipos de combustibles.
Será, sin embargo, otra medida parche para mitigar los golpes que por diversos factores se están dando en este mercado desde hace poco más de un año.
Pero creemos que también existe un camino por el que puede optarse con una visión de largo plazo y el espíritu realmente impregnado de ese concepto que tantas veces se menciona en los discursos políticos casi como sinónimo exclusivo de defensa territorial.
Soberanía.
¿Qué mayor muestra de soberanía puede dar al mundo un país que se autoabastece con lo que produce suficiente y abundantemente?
Estamos hablando de un plan en serio. De esos que escasean pero que deberían formar parte de una agenda estratégica nacional que vaya mucho más allá de las mezquindades cotidianas.
Claro que hablamos de intentar convertir al menos una parte de nuestro parque automotor en un parque movido con la energía eléctrica que producimos suficiente y abundantemente y que la malvendemos a los dos grandes vecinos de la región.
Es un plan que podría comenzar con el transporte público, y que no debería limitarse solo a incentivos impositivos para la compra de unidades sino abarcar todo lo vinculado a la provisión de autopartes, como las baterías a buen precio, a garantizar la facilidad para la recarga de las unidades, y a convertir también el tema en uno del que se apropie el ciudadano, potenciando la ventaja de ser algo que producimos, que es renovable y que además no es contaminante.
Es un tema que necesita ser atacado desde diferentes frentes y que definitivamente terminará de persuadir cuando se potencie el más sólido de los argumentos: la relación costo-beneficio.
¿Puede ser una causa que se transforme en prioridad y motivo de orgullo? Creemos que sí, aunque alguno piense que pequemos de un estúpido optimismo.
El 2023 nos ofrece una gran oportunidad de usar lo que producimos y con un precio menor que el que estamos pagando actualmente. Ese es el negocio.
Lo otro es seguir en la actitud parasitaria y mendicante de esperar seguir recibiendo el dinero de nuestros vecinos por algo que no somos capaces de aprovechar para nuestro desarrollo.