Cargando...
Pueden ir robándonos banderas o hasta desteñirlas. Pueden atropellarnos con argumentos de que todos somos culpables, de que todos tenemos responsabilidades compartidas en la construcción de un estado rendido a los mafiosos. Pero NO es cierto: ni a fuerza de repetición con las redes sociales ni con su batallón de soldados contratados podrán instalar lo que no es cierto.
Tienen nombre y apellido quienes han usado el sistema formal financiero de la República del Paraguay para cometer crímenes de todo tipo. Y la gran mayoría de ellos no solo tiene nombre y apellido sino que además tuvieron y tienen cargos por elecciones e investiduras por nombramientos. Todos conocemos sus nombres, sus colores y hasta sus viejas y podridas denuncias, muchas de ellas ni siquiera son nuevas: lo nuevo es que los actores principales con sus cómplices y encubridores se animaron a reventar con droga mercados del primer mundo. Y allí, ya no fue suficiente complicidad de fuerzas de seguridad infestadas ni justicia vendida.
Todos sabemos quiénes son y dónde están, cómo se perdonan entre ellos los pecados y crímenes cometidos. Cómo durante el día se sacan las pestañas y durante la noche se ahogan juntos en la caña. Son ellos quienes se abrazan y se apuñalan, quienes inventan una cicatriz para luego volver a acuchillarse por unos votos.
No somos todos iguales. No todos nos relacionamos con Lindomar ni socializamos con Espíndola. No todos nos paseamos en yate con Alberto ni nos subimos a su Lamborghini; no todos rezamos con el pastor Insfrán. No todos viajamos a Israel con Messer ni hacemos negocios con Claudecir. De hecho, Lindomar, Espíndola, Alberto, Insfrán, Messer y Claudecir no se juntarían con quienes no les sean útiles, solo con los poderosos de la política, la autoridad y el dinero. Necesitan todo eso para proteger sus negocios y seguir impunes. Es una historia sin fin hasta que la próxima vez Estados Unidos, Europa, Brasil o Uruguay vuelvan a tocarnos otra vez el timbre para buscar al siguiente porque nosotros no podemos con nuestras criminales creaciones.