El ejemplo de la mujer rural

Las mujeres rurales tienen un fundamental rol en la producción de alimentos, especialmente en pequeña escala, pero siguen enfrentando desigualdades políticas socioeconómicas que no les permite un mayor crecimiento. Se sigue desconociendo el importante trabajo agrícola que realizan, y se subestima el aporte que hacen a la agricultura y, sobre todo, a la seguridad alimentaria en la familia.

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La población rural en el país representa el 35% de habitantes. Las mujeres son el 47% de la población total rural, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Como ejemplo de la desigualdad, se puede mencionar que, en materia de acceso a la educación, las mujeres rurales acumulan en promedio 7,1 años de estudio, en tanto que los hombres rurales tienen un promedio levemente mayor, con 7,2 años de estudio en promedio. En el área urbana, el 75,5% de las mujeres accede a educación secundaria, frente al 67,4% en el área rural.

El análisis de la tasa de ocupación permite observar que a nivel total del país los hombres presentan una ocupación del 80% y las mujeres del 53%. Esta brecha se representa en el área rural de forma más acentuada, ya que las mujeres rurales tienen una tasa de ocupación del 48,5% frente al 83,6% de los hombres. Es decir, las mujeres rurales tienen menos trabajos remunerados que los hombres, tanto a nivel urbano como a nivel rural, siendo esta brecha aún más acentuada en el área rural, según el INE.

Además, hay que decir que, siempre de acuerdo con datos del INE, las mujeres rurales no cuentan con ingreso propio en un 37,7%, frente al 11,8% de los hombres. Esto indicaría que las mujeres rurales se encuentran doblemente afectadas, considerando que tienen un mayor nivel de desempleo y también registran menores niveles de ingresos propios en comparación con los hombres.

Es relevante también comprender que, el uso del tiempo es clave para determinar políticas públicas dirigidas a mujeres, atendiendo que, según la Encuesta sobre Uso del Tiempo (EUT2016) del INE, el tiempo promedio semanal dedicado por las personas de 14 años y más de edad a actividades domésticas no remuneradas es alrededor de 12,6 horas semanales, con una brecha importante por sexo, mientras los hombres dedican en promedio de 5,3 horas a la semana, las mujeres reportan un promedio de 18,3 horas.

La carga de tiempo que dedican a actividades de cuidado a miembros del hogar de manera exclusiva (no se considera el tiempo de cuidado mientras hacía otra actividad) es alrededor de 10,6 horas semanales, siendo la carga horaria de las mujeres casi el doble de los hombres, 12,9 y 7,5 horas semanales, respectivamente.

Los números hablan de la delicada situación actual y pone en perspectiva que falta mucho para hacer. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) acompaña al Ministerio de la Mujer y al Ministerio de Agricultura y Ganadería para promover la formulación de políticas para la participación de las mujeres en el desarrollo rural y la seguridad alimentaria. Un punto muy importante en este proceso fue la aprobación de la Ley N° 5.446/15 “Políticas públicas para mujeres rurales”, que busca garantizar sus derechos económicos, sociales, políticos y culturales.

Igualmente, siempre en el mismo camino, el Ministerio de la Mujer actualizó en el 2021 la estrategia país de aplicación de la Ley y el Plan de Acción Quinquenal, con principal atención en la promoción de la inclusión económica y productiva, a fin de generar sinergias y articulación entre las instituciones integrantes de la Comisión Interinstitucional de Aplicación de la Ley (CIAL).

Lograr la igualdad de género en la agricultura es fundamental para erradicar el hambre, la malnutrición y la pobreza. Para trabajar tras esos objetivos, la FAO cuenta con una “Política de Igualdad de Género”, que es el instrumento en el que se establecen los esfuerzos de la organización para abordar las desigualdades que aún persisten en la agricultura y los sistemas alimentarios, y para potenciar la capacidad y empoderamiento de las mujeres y niñas rurales.

Para promover la igualdad de género en la agricultura, el desarrollo rural y la gestión de los recursos naturales para lograr la seguridad alimentaria y nutrición para todos, se deben abordar varias dimensiones. Es necesario que mujeres y hombres tengan la misma voz y poder en la toma de decisiones. Además, que se reconozca que tienen los mismos derechos, acceso y control sobre los recursos naturales y productivos; al igual que los mismos derechos y acceso a los servicios, mercados y trabajo decente y control equitativo sobre los ingresos resultantes y beneficios. Igualmente, es urgente que se reduzca la carga laboral de las mujeres mejorando su acceso a tecnologías, prácticas e infraestructura y promoviendo una equidad en la distribución de responsabilidades, incluso a nivel del hogar.

La agricultura y los sistemas alimentarios se enfrentan a una serie de desafíos sin precedentes. No podemos erradicar el hambre y la pobreza sin empoderar a los agricultores de ambos sexos. En una jornada tan especial como el Día de la Mujer Paraguaya, no se puede dejar de lado el rol de la mujer rural y la importancia que tiene no solo para la agricultura y para sus propios entornos familiares, sino como ejemplo y referente de la lucha de todas las mujeres.

El camino es seguir trabajando de manera coordinada para generar y fortalecer las políticas públicas, analizar, intercambiar y difundir experiencias, innovaciones, estrategias y acciones. En ese sentido se ha recorrido mucho, queda aún bastante para coordinar y trabajar con el objetivo de contribuir al logro del empoderamiento de la mujer rural en Paraguay.

*Coordinadora Técnica de Programas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) en Paraguay.

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