La educación integral

Que la educación sea integral es una conclusión del sentido común, teniendo en cuenta lo que somos los seres humanos desde que nacemos y lo que podemos llegar a ser si nos ayudan desde el nacimiento hasta nuestra razonable madurez.

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Pero a estas alturas de evolución de las culturas, en nuestro país (como en otros) la educación integral es un mandato de la Constitución Nacional (art. 73) y de la Ley General de Educación (art. 1).

Sin embargo, la educación pública, liderada por el Ministro y el Ministerio de Educación y Ciencias, ignora a la educación integral y al mandato constitucional y legal.

Basta observar los currículos del sistema educativo, para constatar que están orientados a la enseñanza y no a la educación, menos aún a la educación integral. Los planes y programas apuntan a la transferencia y adquisición de conocimientos, surtidos por las ciencias, o sea están enfocados a la enseñanza y aprendizaje, con los que se presupone erradamente que por sí lograrán la educación integral.

Tanto es así, que las evaluaciones se hacen básicamente midiendo el nivel de adquisición de conocimientos y en algunos casos (mínimos y casi imperceptibles) se habla de adquisición de ciertas competencias. Pero en ningún caso, se evalúa explícitamente el nivel adquirido de educación integral.

Está claro que la enseñanza no es educación. La enseñanza es una estrategia de la educación, pero en sí sola no educa. Esta confusión entre enseñanza y educación está reforzada con la sostenida confusión de los mismos educadores profesionales, que han optado por llamarse docentes y hasta se agremian como docentes, rebajándose ellos mismos su propia categoría profesional, reducida a docencia.

Es necesario recordar la propuesta de la UNESCO para la “educación en el siglo XXI”, presentada en el famoso informe de Jacques Delors, para quien la educación se construye sobre cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos (convivir) y aprender a ser”.

Los currículos de nuestra educación pública pretenden construir la educación con un solo pilar, aprender a conocer y algunos atisbos del segundo pilar: aprender a hacer. En un mundo en el que los conocimientos cambian y caducan aceleradamente y en consecuencia también lo que el ser humano necesita y puede hacer, si los educandos no aprenden a ser, a vivir juntos y a aprender constantemente, por más conocimientos que hayan adquirido en la academia, muy pronto se encontrarán a sí mismos incapaces, desubicados e inútiles. Lo verdaderamente importante y urgente es educar¨ de manera que los niños, adolescentes , jóvenes y adultos en educación permanente, aprendan continuamente a acrecentar su ser y desarrollar las potencialidades de todas sus dimensiones esenciales.

La educación, iluminada por la antropología integral, se compromete con el desarrollo de las cuatro dimensiones esenciales que constituyen la totalidad del ser humano: la dimensión biológica identificada con el cuerpo, la dimensión psicológica, la dimensión social y la dimensión espiritual. Educar es ayudar a la persona para que desarrolle sus cuatro dimensiones, desde recién nacida, hasta la muerte.

El famoso experto en epistemología Ken Wilber, en su libro “El espectro de la conciencia”, demuestra lúcidamente la capacidad que tiene el ser humano de tener conciencia de las realidades, actividades y vivencias espirituales, lo cual nos diferencia esencialmente de los demás mamíferos. Y en su libro “Los tres ojos del conocimiento” junto al ojo de los sentidos y el de la razón, reconoce el ojo de la contemplación, el ojo del espíritu. ¿Dónde están los planes y programas para el desarrollo de la dimensión espiritual? ¿Dónde están las pautas para su evaluación?

La educación es integral cuando colabora con cada educando para el desarrollo equilibrado de la íntegra totalidad de su persona, partiendo y respetando su identidad, que viene marcada en su ADN y en sus exclusivas huellas dactilares. Lo cual demanda una educación personalizada, porque educar a todos igual es masificarlos, anular su personalidad y empobrecer la sociedad y la humanidad y destruir la riqueza que Dios y la naturaleza nos han regalado al entregarnos desde el útero de cada madre la exuberancia inagotable de personas únicas, originales e irrepetibles.

No nos engañemos. Lo que ofrece el sistema educativo nacional del Estado no es educación, menos aún educación integral.

jmonterotirado@gmail.com

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