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Heredera de la vieja Antelco, una de las oficinas públicas más corruptas del stronismo de la mano de Manito Duarte y Alejandro Cáceres Almada, Copaco es hoy una empresa decadente e inútil para la ciudadanía. Solo presta grandes servicios salariales mensuales a sus jerarcas: un presidente con 32 millones 500 mil; siete directores de 22 millones cada uno y un síndico de 20 millones.
Con toda esta escudería, en noviembre del 2021 Copaco contaba con solo 128.925 clientes, tras perder de enero a octubre de ese año nada menos que 53.636 usuarios. Y los perdieron, lo sé por experiencia cercana, porque las conexiones dejaron de funcionar y el ente no se preocupó de reponerlas, pese a los requerimientos para el efecto. En algunas ocasiones los técnicos aparecían, pero la línea volvía a caer en poco tiempo.
Y conste que en el ítem “Misión”, en su página web, reza: “Brindar las mejores soluciones de servicios a las necesidades de comunicaciones de nuestros clientes…”. Ni servicio ni solución ni nada. Vox, la telefonía celular de Copaco, apenas cubre alrededor del 3 por ciento del mercado.
ABC reportó el año pasado que Copaco presentaba hasta setiembre del 2021 una pérdida de 44.000 millones de guaraníes, según registros de la Dirección de Empresas Públicas.
¿Cómo se podría explicar que una corporación que vende sus servicios al contado pueda exhibir tamaña pérdida? Es cierto que hoy día internet ha centralizado y revolucionado la comunicación en el mundo, pero hasta su servicio de internet (al comienzo bastante eficiente) dejó caer. Es como que a sus autoridades no les importara la decadencia: total hay un Estado (es decir, una ciudadanía) que va a seguir pagando los salarios aunque la empresa no sirva casi absolutamente para nada.
Durante el stronismo, Antelco se constituyó en un centro estatal de enriquecimiento individual de los conmilitones del poder. Y aunque cambió de nombre ya en la era de la transición democrática, al parecer sigue en las mismas.
Por la ley 1615 del año 2000, Copaco es una compañía “sujeta a las disposiciones del derecho privado”, pero sigue dependiendo del Estado, porque su administración es absolutamente deficitaria y no se podría mantener con recursos propios, ya que no los genera. Y lo peor es que, por lo que se ve, la conducción de la empresa no se esmera para tratar de revertir la indolencia con que se maneja la telefónica.
Copaco seguirá siendo ineficiente y se continuará burlando del Estado, es decir, de la ciudadanía, mientras el Poder Ejecutivo no la sanee y la limpie de politiqueros inútiles que la usurpan continuando una vieja tradición autoritaria en nuestros entes públicos.