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En el 2001 el diario Boston Globe inició, con su equipo periodístico llamado Spotlight, una investigación sobre violaciones a niños perpetradas por sacerdotes. Estos eran protegidos por el poderoso arzobispo de Massachusetts, cardenal Bernard Law, quien trasladaba de parroquia a los pederastas descubiertos. Había una red de traslados.
Cuando tuvo lista la investigación para publicarla, el jefe de Spotlight se lo comunicó al director del periódico, Martin Baron: “Con lo que tenemos, podemos acabar con Law”. La respuesta de Baron fue histórica para el periodismo de investigación: “Yo no quiero acabar con Law; quiero acabar con el sistema”. La protección a sacerdotes pedófilos llegó a ser un sistema, un conjunto de principios racionales en el estado norteamericano de Massachusetts, donde el catolicismo tenía poder.
La serie de publicaciones del Boston Globe fue tan contundente que logró acabar con el sistema, pues el propio Vaticano, por acción del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, apoyado por el papa Juan Pablo II, eliminó la práctica de cambio de parroquia de los abusadores y obligó a denunciarlos ante la justicia. En Massachusetts el sistema se derrumbó y los sacerdotes pervertidos ya no tuvieron “principios racionales” que los protegieran.
En nuestro país, los grandes casos de corrupción han sido expuestos públicamente por el periodismo. Con la presión de la opinión ciudadana se obligó al Ministerio Público a actuar y a movilizar a la justicia en pleno contra el mal. Pero el aparato judicial, de sospechosa tibieza, solo apunta a ciertos corruptos de manera aislada, sin tratar de penetrar en la inmensa red de la corrupción.
Pasa con González Daher. Es apenas un engranaje en el conjunto. Si le dejaron mover impunemente 900 millones de dólares es porque era útil al sistema. Lo condenaron a 15 años gracias al Tío Sam. ¿Y los fiscales y jueces que le servían, y los directores de entes contralores: Seprelad, las oficinas impositivas y la pomposa Secretaría Anticorrupción, y los políticos sostenedores y las entidades en que operaba sumas escandalosas que no generaban alarma?
Todos estos que están entre los signos de interrogación, y algunos más, conforman el sistema que quedará impune porque la condena ya tranquilizará los ánimos. Pero pronto vendrán otros a tomar el lugar de don Ramón, si es que queda fuera de circulación, algo también dudoso.
Los corruptos se multiplicarán en la medida en que perdure el sistema que los protege y los usa para consolidarse como conjunto de inagotables perversidades. El periodismo y la ciudadanía hacen lo suyo. Sin embargo, la política y la justicia continúan estando en deuda: son parte del sistema.