Desarrollo de la personalidad

Siempre ha sido un fin esencial de la educación familiar y de la educación escolar lograr el desarrollo de la personalidad de cada hijo e hija y de todos los alumnos y alumnas. Ahora, además de ser esencial, es mucho más necesario y urgente.

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No se puede presuponer que con cualquier proceso educativo los hijos y alumnos van a conseguir definir y desarrollar su personalidad. Si antes eso era posible, ahora ciertamente no lo es.

En los procesos educativos de antes, entre padres e hijos y entre maestros y alumnos no había intrusos que influyeran en los educandos, y ahora son constantes y desconocidos los intrusos que influyen cotidianamente con múltiples mensajes, ofrecidos en lenguajes sugestivos, que impactan el cerebro indefenso de niños y adolescentes.

Y la mayoría de los mensajes e impactos que reciben los hijos y alumnos son manipulantes y masificadores.

El famoso filósofo surcoreano-alemán Byung Chul Han nos ha alertado con su análisis del fenómeno universal del uso de los teléfonos celulares (o móviles) inteligentes, argumentándonos que son herramientas de dominación del capitalismo neoliberal.

Todas las ideologías han encontrado en las tecnologías de la información y comunicación los instrumentos ideales para sus campañas reiteradas de propaganda y manipulación, incluso con persuasivos ocultos.

La educación para el desarrollo de la personalidad no solo es un fin connatural a toda educación y es absolutamente necesaria y urgente en unas sociedades dominadas y manipuladas por ideologías, presiones del consumismo y grupos de poder, sino que en nuestro país es un mandato de la Constitución Nacional y de la Ley 1264/98 General de Educación. El artículo 73 de la Constitución Nacional es contundente, al garantizar el derecho a la educación integral y permanente, afirma: “Sus fines son el pleno desarrollo de la personalidad humana…”. Y el artículo 9 de la Ley General de Educación destaca como primer fin del sistema educativo nacional “el pleno desarrollo de la personalidad del educando en todas sus dimensiones”.

La pregunta consecuente es: ¿Conocen ustedes, estimados lectores, los planes y programas de los diseños curriculares del Ministerio de Educación y Ciencias para alcanzar este fin primordial del sistema nacional y de los procesos de educación? Yo no los conozco (ojalá este desconocimiento fuera fruto de mi ignorancia).

Al no tener planes ni programas para alcanzar el primer fin fundamental de la educación, nuestro sistema educativo nacional es incoherente y fallido.

Cuando en una nación los ciudadanos crecen en subdesarrollo de su personalidad, esos ciudadanos conforman una sociedad fácilmente manipulable y dominable por parte de los que arriban al poder político y por cualquier grupo poderoso, desde los incansables promotores del consumo hasta los narcotraficantes, que destruyen el cerebro de adolescentes y jóvenes, y hasta los propagandistas de la ideología de género que destruyen la familia y minan las bases de la naturaleza y la vida humanas.

Ante tantas presiones invasivas y alienantes, los educadores familiares y profesionales tienen la responsabilidad inalienable de actualizar su trabajo y ayudar a desarrollar al máximo todas las potencialidades en germen de hijos y alumnos, de manera que fortalezcan su identidad personal, desarrollando equilibradamente sus cualidades, los valores, su modo de ver, pensar, amar y proceder organizados y estables, que consoliden sus características individuales, les potencien su autonomía y, como su ADN y sus huellas dactilares, les diferencien a cada uno de los demás.

Ante el pluralismo cultural caótico es apremiante capacitarles en pensamiento analítico, crítico, creativo, científico, complejo, lateral y sistémico.

El bombardeo incesante de propuestas, emociones, provocaciones multicolores solo puede afrontarse y salir ilesos con la afectividad nutrida y madura propia de una personalidad definida y fuerte.

Los cambios constantes y acelerados desestabilizan, siembran incertidumbre y cosechan más inseguridades y temores cuanto menos raíces sólidas tiene la personalidad.

Después de doce y trece años de escolaridad, los jóvenes egresan y se introducen en la vida social sin conocerse a sí mismos. Es tal el subdesarrollo de su personalidad que ignoran las cuatro dimensiones esenciales, unidas sistémicamente, de su ser humano (biológica-corporal, psicológica, social y espiritual) y que el subdesarrollo de una de ellas afecta a toda la persona.

Con ciudadanos sin sólida personalidad, está amenazada la soberanía de la nación.

jmonterotirado@gmail.com

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