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Los paraguayos esgrimimos dos paradigmas cuando se trata de gobernantes: Carlos Antonio López y Eligio Ayala. Aunque ambos tuvieron sus sombras, sus virtudes como estadistas superaron a cualquier cuestionamiento.
Hoy se van tirando nombres para el cada vez más cercano 2023. Arrancaron primero los colorados, que tienen definidas dos precandidaturas. El PLRA es un mar de incertidumbres donde hay un candidato inamovible y otros que emergen, aunque algunos solo como globos sonda: para probar la reacción de la gente.
En otros partidos que podríamos llamar “minoritarios” también brotan postulantes que deberán trabajar de manera muy dura para darse a conocer a escala nacional, primero, y para generar algún apoyo, luego.
Cualquier observador político con experiencia en nuestro país afirma que la ventaja que tiene la ANR es demasiada en cuanto a electorado y maquinaria electoral. Que para vencerla no queda otra opción más que la unión de todo el arco no colorado. Esto último es cada vez más difícil. Si bien es posible que toda la oposición junta venza al coloradismo, lo que parece imposible es que toda la oposición se junte. Hay ambiciones personales imbatibles, caprichos de grupo insuperables, cuestiones ideológicas y metodológicas insalvables y, sobre todo, una visión país muy restringida, opacada por el mero deseo de llegar al poder. En algunas de las postulaciones solo prima la ambición de desalojar a los colorados del mando. Después de ese objetivo no existe prácticamente nada.
Algunos autolanzados, hombres y mujeres, señalan que hablarán con sectores afines con miras a construir un programa. Quizá sea un poco tarde para erigir un proyecto que apunte al 2023. Los tiempos ya no darían. Sea para un proyecto electoral y mucho menos para un proyecto país.
El Paraguay sigue siendo sumamente conservador en términos electorales. Le cuesta arriesgar con lo nuevo (salvo Filizzola en 1991 y Lugo en el 2008). Para más, sigue habiendo un vínculo muy fuerte con el partido, sobre todo el colorado. Este vínculo se solidificó con el prebendarismo sistémico implantado por la ANR.
Otro factor: la pesada maquinaria electoral no se mueve sin el aceite del “efectivo”. Las elecciones son cada vez más caras. Tras las municipales, a un precandidato azul, que pintaba bien, se le fue el color y huyó cuando pilló el precio de la aventura.
Ansiamos un cambio en el país, pero los sectores políticos no parecen apuntar a ello. Es más: a esos sectores, colorados y “opositores”, les convendría que todo siga igual. Lo de la búsqueda del perfil del presidente futuro asoma solo como un ingenuo entretenimiento en la espera de quien será, desde el 15 de agosto del 2023, el Primer Destinatario de nuestros insultos.