Paradoja asuncena

El recibimiento de un nuevo año es siempre motivo de fiesta, alegría, expectativa, planes, proyectos y muchos etcéteras. Diciembre trae consigo el olor de las frutas de estación que se combinan luego en el clericó y también el dulce aroma de la flor de coco que impregna los pesebres, junto con otros elementos de la flora nativa.

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En el caso de Asunción cada 365 días abrigamos la esperanza de que la ciudad vaya a mejorar pero, lastimosamente pareciera que con ella se cumpliera a rajatabla aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Las postergaciones que sufre la Capital vienen de décadas atrás. La antigua Costanera, en los Bajos del Cabildo, que se veía en todo su esplendor en las postales de principios del siglo XX y años 50 o 60, incluso, ahora sigue con los escombros del incendio de la Navidad de 2020 en un sector y en otro trecho continúa atestada de viviendas precarias en medio de inmundicias. ¿Cuánto más hay que esperar para su recuperación como un paseo y jardín en el secular barranco de la Bahía?

La Plaza de la Constitución donde se encuentra uno de los más bellos y antiguos monumentos que alberga el Centro Histórico de Asunción, y que precisamente es uno de los pilares de nuestra nacionalidad, está resquebrajada, en medio de una plaza totalmente ocupada. La pieza escultórica fue inaugurada en 1872. Pero 149 años después es obvio que requiere de una urgente intervención ¿o hay que esperar a que se caiga?

En ese mismo espacio verde se encuentran esculturas europeas que evocan el Paseo del Centenario de la Independencia Nacional, entre la Catedral, el Cabildo y el Congreso.

Calles emblemáticas con nombres que tocan lo más profundo de nuestro ser como “El Paraguayo Independiente” se muestran como un colador donde afloran aguas servidas.

El Palacio de López, bombardeado por la escuadra brasileña en la ocupación de Asunción, el 1 de enero de 1869, estuvo a punto de ser devorado por las termitas. La “torta de cupií” resistió hasta que comenzó la restauración del ala oeste. Pero, ahora uno de sus pináculos -el mismo derribado por las armas enemigas- fue hecho trizas por las chapas desprendidas de las obras de restauración con un simple ventarrón. ¿Cómo es posible que los responsables de la intervención en un patrimonio tan importante para la República no hayan analizado los riesgos y las probabilidades de daños bajo diversas condiciones?

El Parque Caballero ya vio pasar varios intendentes que prometieron su recuperación dotándole de su opulencia del pasado en que era uno de los más exquisitos paseos de la Madre de Ciudades. Pero allí sigue en ruinas, con su otrora estanque de cisnes lleno de escombros y su palomar confinado a ser parte de los talleres de recolectores de la Municipalidad de Asunción.

Pareciera que esta ciudad está condenada a un suplicio permanente en materia de urbanismo. Hasta hay gente que cree que podría tratarse de la maldición de Fray Bernardino de Cárdenas, allá por 1650, ó que fue la de Madame Elisa Alicia Lynch que arrojó sus lágrimas contra esta tierra con profética rabia al abandonar el Puerto de Asunción en 1875.

Y bueno, si es karma, ya es hora de que el tiempo se haya cobrado a los protagonistas de esa época. ¿Por qué Asunción debería seguir sufriendo con la ruina?

Un simple razonamiento nos dice que tiene que ver con la eterna incompetencia de sus autoridades y la indolencia de los ciudadanos. ¡Feliz 2022!

pgomez@abc.com.py

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