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La falta de infraestructura, medicamentos, profesionales, insuficiente personal de limpieza y seguridad son problemas históricos. Durante la pandemia solo se visibilizaron más estos problemas. Muchas autoridades se mostraron hasta sorprendidas de la precaria situación de la salud pública, pero tampoco hicieron nada para mejorarla.
Conforme la pandemia fue avanzando, los discursos de priorizar la salud fueron el denominador común. Estamos completando dos años de pandemia sin que haya cambios importantes para dar respuestas oportunas a las personas vulnerables que dependen exclusivamente de los servicios públicos.
Las embarazadas siguen deambulando por los pasillos porque no hay lugar de internación o no hay médicos que les puedan atender, heridos graves siguen muriendo en camillas por falta de ambulancia para trasladarlos o por falta de quirófanos. Niños recién nacidos siguen muriendo esperando una incubadora, por falta de medicamentos o ausencia de aparatos médicos para los estudios que permitan un diagnóstico oportuno.
En contrapartida, millonarios recursos públicos fueron desviados en nombre de la salud pública en esta pandemia y los responsables de estos desvíos están gozando de absoluta impunidad.
Lastimosamente no hubo ninguna propuesta, ni de las autoridades de los diversos ministerios ni de los diputados ni de los senadores, tampoco de intendentes y gobernadores que contemplase una propuesta de solución, no de inmediata sino gradual y de largo plazo para que el sistema de salud sirva para salvar vidas y no siga cobrándose la de cientos de compatriotas.
Lamentablemente ni con la pandemia aprendimos que nuestro sistema de salud es un total fracaso y, en consecuencia, inservible.