Un proyecto alarmante

Asusta la idea de que el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, se convierta en el titular del Ejecutivo con su propuesta de que los campesinos volverán a vivir como en los tiempos de Stroessner.

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¿Qué tiene Velázquez contra los campesinos? ¿Solo puede ofrecerles un pasado de horror? Es preocupante su convencimiento de que con la dictadura los campesinos vivían mejor y quiere regresarlos a esa época. ¿Qué encuentra de bueno el candidato de Mario Abdo Benítez en la gestión dictatorial a favor de los campesinos?

Sin pretender, ni de lejos, agotar los ejemplos, recordemos que en abril de 1976 la dictadura descargó su furia contra los miembros de las Ligas Agrarias Cristianas. Fue en lo que se dio en llamar “La Pascua Dolorosa”, barrida por un viento infernal que sepultó varias vidas. Solo escuchando a las víctimas, o a sus familiares, se podría tener una idea aproximada de los horrores que padecieron en silencio. No había dónde quejarse ni medios de prensa que se les acercaran. La dictadura cerró todas las rendijas por donde pudiera filtrarse la barbarie.

Una barbarie que habría de llenar de espanto cuando mucho tiempo después trascendieron los límites de Misiones. Más de 400 agricultores fueron los mártires entre desaparecidos, asesinados, torturados, encarcelados. Dicho así uno se pregunta: ¿Qué delitos tan monstruosos cometieron? Fueron pocos, aunque para el stronismo de suma gravedad: Querían pensar por cuenta propia, educarse fuera de las aulas formales, tener almacenes de consumo para librarse de los comerciantes que les expoliaban, prescindir de los acopiadores que les robaban, resucitar las mingas para ayudarse los unos a los otros o realizar obras comunales; en fin, vivir como hermanos.

“La Pascua Dolorosa” de 1976 levantó su calvario en los sótanos de la entonces Delegación de Gobierno de Misiones, en San Juan Bautista, que funcionaba en el edificio conocido como Abraham cue, convertido en símbolo de una locura asesina.

Recordemos, también, que en la madrugada del 8 de marzo de 1980 unos 30 campesinos de la colonia Acaray mi, Alto Paraná, hartos de sufrir los atropellos a sus derechos de trabajar la tierra que el entonces Instituto de Bienestar Rural (IBR) les había concedido, decidieron llegar a Asunción para presentar sus reclamos. Abordaron un ómnibus de la empresa “Caaguazu” cuyo conductor, más adelante, recibió la orden de la Comisión de Combate al Contrabando la orden de detenerse. El chofer fue apercibido por los campesinos que no se detuviera en la creencia de que serían apresados. Hubo disparos de un arma de fuego y algunos kilómetros más los colonos abandonaron el ómnibus en una parte boscosa, la que al amanecer fue inundada por los militares junto con los matones de la seccional colorada de Caaguazú.

Este intento de protesta de los colonos se saldó, esa misma mañana, con 20 asesinatos. Los cuerpos de diez de las víctimas nunca fueron encontrados. Los prisioneros, incluyendo a dos niñas, pasaron largos años en la cárcel de Tacumbú y el Buen Pastor. Esta represión formaba parte de las ejercidas contra las Ligas Agrarias que la dictadura buscaba exterminar. Y lo consiguió con torturas, asesinatos, desapariciones como los de Jejuí, Misiones, Caaguazú, Paraguarí, etc.

Las celdas policiales del interior nunca estuvieron vacías de agricultores que procuraban mejorar su suerte mediante organizaciones sólidas, completamente legales, con acciones que impulsen iniciativas en el campo de la educación, la salud, la economía, en una palabra, el bienestar familiar.

Ahora aparece Hugo Velázquez con la prédica descabellada y peligrosa de que los campesinos, con su gobierno, volverán a vivir como en la época de Stroessner. ¿Ya no tiene el Partido Colorado quien lo represente con alguna dignidad y decoro?

alcibiades@abc.com.py

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