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Cada vez que se presenta un caso de alguna niña que da a luz nos preguntamos ¿qué tienen en la cabeza los abusadores para tomar ventaja de una pequeña que apenas sabe defenderse? El reciente episodio de la niña indígena de 12 años que parió a unas mellizas en el Hospital General de Concepción, el pasado domingo 24 de octubre, ha generado una controversia legal pues el padre de las recién nacidas sería un hombre indígena de 28 años y en su comunidad “está normalizado” que a las niñas se las fuerce a una unión temprana, con toda la infamia que eso representa.
Como efecto colateral, tanto la justicia como la sociedad suelen ir tras la madre de la niña abusada imputándole la carga social y legal por haber faltado al deber de cuidado, que, es cierto; sin embargo, la responsabilidad tiene componentes masculinos como el padre de la abusada, así como el hombre a quien erróneamente le llaman “pareja” de la víctima. Estos, generalmente, se borran.
Pero este no fue el caso porque la niña-madre, quien ni siquiera tiene un vínculo parental al cual recurrir. La pequeña viene de una historia llena de tragedias ya que a los dos años fue abandonada por su madre y del padre no se tienen ni noticias.
La víctima se encontraba viviendo el infierno en la zona conocida como La Patria, en el departamento de Boquerón y ante la emergencia llegó hasta Concepción donde nuevamente fue abandonada a su suerte.
Aunque existen protocolos y mecanismos que trabajan para evitar y sobre todo erradicar este tipo de atrocidades, la cruda realidad es que las violaciones siguen sucediendo. Y que seguirán sucediendo en la medida en que en nombre de la “cultura indígena” cerremos los ojos y abandonemos a las pequeñas víctimas que son usadas, abusadas y abandonadas a su suerte.