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Precisamente estamos en las últimas semanas para las elecciones municipales y las acusaciones de uno y otro lado están a la orden del día. Además de la pobreza de proyectos que denotan estos ataques, estas acusaciones son parte de la realidad del manejo político de nuestro país.
Durante estas contiendas escuchamos todos los días graves revelaciones sobre ilícitos de todo tipo atribuidos a los candidatos. Muchas de estas acusaciones incluso son cuestiones que según vox populi nunca formaron parte de ninguna investigación del Ministerio Público.
Los candidatos de todos los partidos sacan a relucir en estos días que algunos son financiados y están vinculados a narcotraficantes, que otros se pasan cobrando coima para direccionar las licitaciones, que fulano trafica influencias, entre otras tantas acusaciones.
En primer lugar, ese candidato que a boca llena revela que su opositor es un delincuente de marca mayor, cuando menos es cómplice por estar en conocimiento de graves hechos y no formular una denuncia ante los organismos correspondientes. Debemos despojarnos de nuestro fanatismo para ser más críticos y al menos hacerles preguntas incómodas que les hagan saber que no somos tontos, que dejen de vernos la cara de idiota.
En segundo lugar, estas aseveraciones pasan totalmente desapercibidas para el Ministerio Público que es, o al menos debería ser, la responsable de hacer una investigación, apenas tenga conocimiento de estos hechos. Las acusaciones son tan graves que deberían ser investigadas de oficio y de manera inmediata por la Fiscalía, pero esto no ocurre.
Lastimosamente, al parecer estamos ante una sordera y una ceguera colectiva, pues nadie se inmuta en sacar a la luz las graves acusaciones. Es cierto que muchos están aprovechando el momento político para tirar las acusaciones, pero eso no quiere decir que no sean ciertas. Finalmente son los políticos los que mejor saben cómo se manejan entre ellos y se debería prestar atención e investigar todas las revelaciones que hacen en campañas.