El abra$ador

Hay una nueva pandemia. Una donde los enfermos parecen padecer una extraña fiebre abrasadora que les da adicción por las fotos, los abrazos y el dedo índice erguido, el único valor que logran mantener parado.

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Se han visto algunos contagiados inconscientes, amnésicos y hasta pálidos de la vergüenza. Los pacientes parecen entrar en lapsos de devaríos y distorsión del campo de la realidad. ANTES se acusaban de crímenes y HOY se derriten en piropos. Es raro, ¿no?

Esos abrazos que estamos viendo son literal y metafóricamente “abrasos”. “Abrasar”, según el diccionario, es reducir algo a brasa. Y “brasa” es leña o carbón encendidos, en total incandescencia. El significado de “abrasar” para el diccionario panhispánico del español jurídico (de la Real Academia Española) es un poco más demoledor: abrasar es destruir, consumir, malbaratar los bienes y caudales.

EL que “abrasa o quema” es EL Abrasador.

Con falsas sonrisas, tragando sapos y culebras, con las caras desencajadas mientras ocultan bajo el poncho sus puñales, pistolas, revólveres y lenguas, intentan convencer que están todos juntos. A los “abrasadores” de las últimas semanas no los separaba un chismerío barato de barrio o groserías alimentadas por mucho alcohol. Sus diferencias eran de acusaciones de crímenes: uno era traficante de drogas y contrabandista de cigarrillos, este otro era malversador de merienda de niños además de lavador de dinero y criminal, aquel otro era el mago que de zapatero pasó a la multiplicación de los panes. El de más allá era el narcotraficante fronterizo, este de acá era el legionario y traidor de Itaipú, aquel otro era el gangster fronterizo.

Se abrazan como el borracho al poste que lo sostiene, como Di Caprio a la tabla del Titanic. No son abrazos de quienes comparten un ideal de PATRIA sino de quienes son cómplices y encubridores de sus mutuos crímenes y delitos. Son abrazos falsos y rotos, esclavizan y someten, abrazos malevolentes comprometidos con la malversación, el robo y el despellajamiento al pueblo paraguayo.

En El Padrino, la saga de Mario Puzo, Michael Corleone reparte besos y abrazos fatales. El que da a su hermano Fredo una noche de año nuevo sella la suerte de éste, es un abrazo auténticamente traidor que preanuncia su muerte: “sé que fuiste tú, Fredo. Me rompiste el corazón”. Fredo Corleone acaba finalmente asesinado por orden de su hermano, en medio de un lago y después de rezar el Ave María para pescar mejor.

¿Qué será que piensa El Abrasador cuando va abrazando a sus otrora correligionarios enemigos consuetudinarios luego de haberlos lapidado públicamente? ¿Y qué será que piensan los abrasado$? No es muy difícil imaginarlo…

mabel@abc.com.py

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