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Para Bauman el líquido se opone a lo sólido, lo firme, lo más estable y seguro.
¿Por qué y cómo se está licuando el amor?
Entre los diversos argumentos del autor, en su libro se destacan tres. En primer lugar, la fragilidad de los vínculos interpersonales y de las relaciones sociales. Vivimos acelerados, dispersos en múltiples actividades. Nos cargamos de contactos funcionales, breves, ligeros. Apareció el stress. Todo lo queremos fast. Este comportamiento se convierte en hábito que condiciona y afecta también a las relaciones afectivas y a la calidad de la comunicación en ellas.
En segundo lugar el consumismo se ha instalado en nuestras actitudes como hábito permanente que tiende a convertirlo todo en objeto de consumo, y en esa dinámica, también el amor ha quedado enredado en su red como objeto de consumo y tratado como tal.
Los objetos de consumo interesan, se buscan y se compran en la medida en que nos producen satisfacción y placer. El objeto adquirido es para mí, yo no soy para él, no me exige compromiso alguno y una vez consumido, busco otro igual o distinto, si es probable que éste me dé más satisfacción y placer. Mi relación con esos objetos es fugaz. Al valorar el objeto de consumo únicamente por su capacidad de producir satisfacción y placer y tener para él exclusivamente la decisión de disponer de él, usarlo o consumirlo, una vez gozado, disminuye o desaparece su original atractivo y seducción, y brota de nuevo la sensación de vacío y necesidad.
Los objetos de consumo no entran en mi vida íntima, nada le aportan y nada le piden. Si mi intimidad está vacía, el consumo me entretiene, pero no la llena. El amor atrapado en los hábitos del consumismo, funciona como objeto de consumo, y deja de ser amor, para quedar solamente en el ejercicio de la sensualidad y la sexualidad con sus placeres correspondientes.
Destaco en tercer lugar la influencia que Bauman le atribuye al uso cotidiano de la comunicación por internet, sobre todo en las redes sociales que no generan relaciones, sólo multiplican conexiones. Este hábito, especialmente entre jóvenes, se está trasvasando a la comunicación en las relaciones de parejas no institucionalizadas, en las que no se busca el compromiso, sino la satisfacción y el placer en múltiples y efímeras conexiones. Así el amor queda reducido a los tiempos de conexión. Se ha licuado el amor, sin solidez, debilitado se ha convertido en “amor líquido”.
El análisis de Bauman me recuerda a Gilles Lipovetsky, otro gran sociólogo, conocido por su exitoso libro “El imperio de lo efímero”, de 1990. Lipovetsky analiza profundamente cómo la moda se ha impuesto progresivamente desde principios del Renacimiento, y al final descubre que en la posmodernidad las sociedades están aceptando el imperio de lo efímero. Su análisis y conclusión no son fortuitos, responden a las evidencias de su larga investigación; evidencias coherentes en ciertos aspectos con su análisis anterior en su libro “La era del vacío” y confirmadas después con su otro libro “El crepúsculo del deber”.
Es fácil encontrar puntos de convergencia entre el análisis de las características de nuestros tiempos. Ninguno de los dos investigadores en los libros citados ha podido incluir las tendencias y hechos de nuestra reciente década, porque sus estudios son anteriores, pero lo que viene sucediendo en los últimos años refuerza su visión global: se licúa la seguridad y la solidez, se debilitan los compromisos, se relativizan los principios y se acrecientan el individualismo y el hedonismo.
El amor líquido es producto de diversos factores culturales y sociales y, a su vez, es causa de muchos efectos degradantes que amenazan a la humanidad, porque el amor es “la energía más poderosa” (Einstein), generador de la vida y destino final de nuestra existencia en Dios, que es Amor.
jmonterotirado@gmail.com