El terror por el futuro

El Congreso de la Nación acaba de aprobar lo que en otro país, en otro tiempo o en otra galaxia debería ser uno de los proyectos más analizados, escrutados y ambiciosos: la ampliación de la capital hacia el otro lado del Río Paraguay, al punto de llamarla temerariamente “Nueva Asunción”. Ahora, ¿sabemos qué haremos en ese nuevo espacio de territorio?

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Muchas veces nos sentimos tan fuertemente interpelados por la realidad que nos vemos en la obligación de dejar lo urgente para centrarnos en lo absolutamente necesario. Luego de un largo pero a mi gusto muy superficial debate de varios años, se resolvió invertir en obras públicas haciendo un puente magnífico para unir Asunción con el Chaco, absorber espacio a municipios ya existentes y crear uno nuevo: Nueva Asunción.

El nombre pareciera contener una profunda reflexión sobre lo que queremos como ciudadanos asuncenos (quienes nacimos en esta ciudad) o lo que esperan las autoridades de lo que significará para el Paraguay esta ampliación de su capital en los próximos años.

Sin embargo, si nos ajustamos al discurso que se dio en las Cámaras del Congreso, estamos hablando de debates coyunturales, de acusaciones de beneficios a determinados grupos económicos, de despojos de territorios de otros municipios. Fue tan superficial el debate que ni siquiera se habló si el nuevo municipio tendría ya su elección a autoridades municipales en este próximo mes de octubre. Y para que los políticos pasen por alto una elección, sí que tuvo que haber ligereza en el tema.

Cuando los primeros colonos menonitas llegaron a lo que hoy es la ciudad de Filadelfia en el Chaco Central, uno de los arquitectos que los acompañaban y quien diseñó los primeros planos de la ciudad tuvo la visión de construir avenidas de “32 metros de ancho” ya que las podrían transitar — con el tiempo — vehículos de mayor porte a los existentes allá por 1930 transportando lo que ellos ya avizoraban serían productos de su trabajo: algodón, granos, leche para luego expandirse a toda la gama de productos que hoy conocemos que se siembran, procesan, transportan, industrializan y exportan gracias a este ejemplo de visión de futuro.

¿Nos hemos preguntado siquiera cuántos espacios públicos tendrá el nuevo Distrito, hoy en pleno Siglo XXI? ¿Como será el transporte público? ¿Cuál será la principal actividad económica de sus habitantes? O solo construimos un puente y luego esperamos que el destino juegue una mano para descubrir qué será lo que vendrá.

El 24 de marzo pasado disertó en Asunción, el profesor chileno del MIT César Hidalgo conocido por sus pares académicos como “el hombre que domó los datos”.

César Hidalgo es un experto en procesamiento de Big Data e inteligencia artificial. Realiza una serie de investigaciones sobre, por ejemplo, cómo consumirán energía las ciudades en el futuro. Lastimosamente, estas actividades no tienen más importancia que la siguiente contienda electoral o quién fue el culpable de la derrota de la guerra del ’70 o quienes asesinaron a quienes en la revolución del ’47.

El neurocientífico argentino Facundo Manes aseguraba en una entrevista a un medio argentino la semana pasada que la gente siente mucho mayor temor, ansiedad, sufrimiento y angustia cuando en medio de las muertes y el dolor por el aislamiento que produce la pandemia, ve a sus dirigentes políticos discutir por qué parcela de poder puede pertenecer a ellos y los suyos en lugar que al pueblo quien necesita respuestas. Ya nos podemos imaginar cuánta ansiedad tenemos nosotros que ni vacunas aún hemos conseguido en cantidad suficiente como para salvar a todos nuestros médicos y profesionales de blanco.

Lógicamente que no podemos pensar en el futuro. Estamos pensando en cómo llegar al fin de semana.

No es posible construir un futuro de una ciudad — por lo tanto, mucho menos un país — si no superamos estas desconfianzas básicas entre los ciudadanos porque ya como lo afirmaba la escritora estadounidense Maya Angelou “El prejuicio es una carga que confunde el pasado, amenaza el futuro y hace inaccesible el presente”.

Todos estamos a tiempo de participar y elevar nuestra voz. No dejemos algo tan trascendente para la historia solo a quienes ejercen la política porque cuando en 20 años los culpemos recordaremos que hoy pudimos hacer algo diferente.

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