Cargando...
Si todos colaborásemos se disminuiría el ingreso de pacientes a la unidad de cuidados intensivos respiratorios. El ciudadano, utilizando correctamente la mascarilla, realizando el lavado frecuente de manos y practicando el distanciamiento social, además de acudir a tiempo al hospital ante síntomas, donde los médicos de piso, para un trabajo óptimo deben contar con todos insumos, medicamentos y aparatos de apoyo para el diagnóstico y tratamiento. La terapia intensiva es el último lugar donde debe ingresar un enfermo que busca salvar su vida. No es sencillo estar dentro de la sala para el paciente ni para el médico, lo pude evidenciar permaneciendo apenas dos horas de las 12 horas que el médico debe estar y las 6 horas del personal de enfermería; además, portando un equipo de protección bastante incómodo para evitar contagiarse, que hasta puede resultar asfixiante.
Los funcionarios de blanco, en el área limpia, antes de entrar a la terapia donde están los covid positivos, deben ponerse un gorro quirúrgico, dos mascarillas (puede ser una quirúrgica y otra N95). En el caso de que uno, que por motivos oftalmológicos use lentes, debe sujetar la mascarilla al rostro con una cinta quirúrgica (conocida como Leukoplast), para evitar que se resbalen o se nublen los vidrios de los anteojos al respirar. Sobre los anteojos de uno, como es mi caso, otros lentes más un visor, doble guates y, sobre todo esto, el equipo de protección individual, conocido como EPI, que también tiene gorrito y es como un mameluco, y a todo esto se suma un cubre calzados.
Durante seis horas, los médicos no pueden sacarse el equipo, por lo que no beben agua, ni comen nada, como tampoco van al sanitario. El médico, que tiene 12 horas de guardia, para almorzar dispone de un tiempo en el que va a una dependencia contigua, denominada área sucia o salida, donde se saca el equipo y ahí debe tener cuidado para no adquirir la enfermedad, porque su atuendo de protección está contaminado. Para ingresar vuelve por el área limpia y empieza todo de nuevo hasta finalizar su guardia.
La sala de cuidados intensivos es un lugar dinámico, donde el enfermo grave que se debate entre la vida y la muerte no sólo permanece acostado recibiendo medicamentos, sino requiere atención permanente. El personal de blanco muchas veces debe correr de un extremo a otro. Algunos requieren reanimación, otros diálisis, hacerse tomografía u otros estudios de diagnóstico, mientras otros intentan sacarse las vías y uno hasta la intubación, como el caso que presencié al punto de verle al paciente casi morder a la médica. Algunos fármacos también producen ciertos efectos que crean confusión o cierta perturbación en el paciente, porque no a todos se les suministra sedantes, ya que depende de ciertos criterios. A esto puede sumarse la tristeza de estar solos, sin un familiar o ser querido cerca, más ver al personal vestido como astronautas, sin distinguir rostros, por lo que el médico o de enfermería también se toma su tiempo para hablarle, tomarle la mano, acomodarle en la cama y sentarle a aquel que desea y puede.
Algunos pacientes muy obesos requieren que se les mueva entre cuatro, y esa tarea lleva a algunos profesionales a terminar con la “espalda rota”. Pero la historia no termina acá, durante la estancia en la terapia y al salir, varios pacientes requerirán fisioterapia, sobre todo aquellos que estuvieron intubados; deberán a reaprender a ingerir, por ejemplo, alimentos sólidos, caminar, etc. Por otra parte, varios del personal de blanco son madres, padres, esposas, esposos, hijos, hijas, y optan por quedarse en la residencia médica para evitar exponer a su familia o tiene una habitación aparte y con movimientos limitados dentro de su vivienda.
Verdaderamente ser intensivista, médico o enfermero, es una especialidad que requiere mucha dedicación, entrega y de más está decir una larga formación por la que ojalá opten más médicos jóvenes porque es una tarea que puede resultar muy gratificante, al salvar una vida, como un ángel.