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La filosofía es más que un recurso utilizado para explicar aquellos fenómenos tangibles, ésta puede ser aplicada a todo y se encuentra en todas partes. La base de la misma, a mi entender, reside en cuestiones fundamentales que pueden, o no, estar influenciadas por determinadas circunstancias. Sin embargo, es innegable que el mero acto de filosofar está presente en nuestra vida cotidiana, punto sobre el cual me volveré a referir más adelante.
Nuestros antepasados utilizaron la filosofía para entender al mundo y sus componentes; si tomamos a Aristóteles como ejemplo, se puede evidenciar que éste forjó su camino interpretando la filosofía para la comprensión de la forma física y espiritual del ser humano, designando a los seres vivos como una "sustancia", con cuerpo como materia y alma como forma, lo que propició un debate que continúa hasta nuestros días; inclusive Soren Kierkegaard, reconocido filósofo danés que estructuralizó la existencia y evolución del ser humano en tres esferas: la estética, la ética y la religiosa.
Desde Sócrates, Platón o Cicerón, hasta Nietzsche, Freud o Rousseau, el concepto de filosofía ha evolucionado a través del tiempo, hecho que demostró su dinamismo de una manera impresionante.
Desde esta perspectiva, todos podríamos estar de acuerdo en que la relevancia de la filosofía, desde el inicio de su misma discusión, es innegable, pero ¿Qué sucede cuando nos situamos en el pensamiento de, coloquialmente hablando, la generación Millennial? En la antigua Grecia, la mera oportunidad de filosofar entre “los grandes” era vista como una cuestión de honorables, a diferencia de estos días, donde a veces una “interpretación filosófica” puede desvirtuarse por la relativización de la valoración de esa misma honorabilidad, por lo que en algunos casos inclusive, podríamos aseverar que el estudio de la filosofía, en su concepto puro, ha sido gradualmente degradado.
¿Se puede decir que en comparación con otras disciplinas, la filosofía ha ido perdiendo razón de ser, por el simple argumento de que cada pregunta que requiere respuesta, simple, ligeramente o superficialmente, ya ha sido contestada…? Personalmente, no lo considero así.
¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Cómo se puede encontrar la alegría? ¿Qué es el amor? ¿Qué sucede cuando morimos, a dónde vamos? ¿Qué es real?
Si bien uno podría pensar que esas preguntas ya han sido respondidas, otros preferirían evitar pensarlo en absoluto, tal vez en un intento de no cuestionar la estructura ya arraigada fuertemente a su propia esencia (existencialismo), aunque la realidad reside en que esos mismos cuestionamientos han perturbado al ser humano desde el inicio de sus tiempos, debido a que estas mismas dudas existenciales carecen de respuestas. En efecto, el hecho de no encontrar estas respuestas justifican la existencia misma del ser humano: la búsqueda constante de una verdad, que tampoco puede pecar de absoluta, justificada en su misma dualidad.
Volviendo a lo anteriormente mencionado, respecto al acto cotidiano de filosofar, revisaremos el concepto. Éste se conoce comúnmente como el acto de pensar profundamente y reflexionar usando el intelecto y el poder de la razón, en particular sobre temas abstractos, para llegar a una solución o juicio. Cuando analizamos nuestro contexto, existe un enorme fenómeno cultural entre nosotros, el cual ha sido constantemente subestimado, y cuya validez se encuentra sujeta al criterio personal de cada individuo. Éste fenómeno es conocido como Teorías Conspirativas.
El auge del conspiracionismo inicia a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI, y normalmente está relacionado con cuestiones políticas y/o gubernamentales. Muchos jóvenes pasamos incontables noches desvelados investigando estas teorías, lo que nos podría generar dos interrogantes: algunos pensaremos que éstas guardan cierto grado de veracidad, mientras que otros considerarán que las mismas no son más que puras manipulaciones de la verdad.
Desde mi perspectiva, la idea de conspiración sobre la vida puede transformarse fácilmente en un acto filosófico una vez analizada a fondo, lo que no debe ser objeto de malinterpretación, pues no refiero a acusaciones criminales y/o alteraciones genéticas que permitan a los seres humanos tener superpoderes, sino al mundo como tal. Un ejemplo claro podría ser la Hipótesis de la Simulación, teoría conspirativa que plantea que estamos viviendo en algún tipo de simulación artificial, y que su sistematización ha sido capaz de convencernos que estamos viviendo en la "vida real" (similar al conocido juego Sims).
Aunque este concepto se incorpora comúnmente en la ciencia ficción, se popularizó cuando Nick Bostrom, un filósofo sueco contemporáneo, propuso un "trilema" en el que afirmó que este escenario escéptico podría ser potencialmente cierto. Este ejemplo está estrictamente relacionado con una de las preguntas fundamentales que mencioné anteriormente: ¿Qué es real? Quizás nada lo sea. La mera actividad mental de hacernos esa pregunta deriva en una respuesta potencial, cuya certeza o validez será subjetiva, y es en este mismo proceso de cuestionamiento donde la filosofía se hace presente.
Entre otros ejemplos, como la vida fuera de la Tierra, la hipótesis del cambio polar, los agujeros negros y las múltiples dimensiones, los seres humanos hemos encontrado una forma poco común de filosofar. En lugar de estructurar una teoría completa por nosotros mismos, decidimos involucrarnos en grupos de personas con la misma ideología que la nuestra, a veces discutiendo acerca de una teoría, o bien haciéndonos preguntas fundamentales, mientras aprovechamos las herramientas tecnológicas que tenemos a nuestro alcance; nos encontramos filosofando con personas de todo el mundo a través de las redes sociales, ¡y ni siquiera nos damos cuenta de que lo estamos haciendo!
Aunque tal vez algunas teorías conspirativas pueden volverse bastante ficticias, no podemos negar la presencia de algún tipo de base filosófica en el análisis de ellas, al fin y al cabo estamos buscando respuestas y cuestionando nuestra propia existencia, en adición de los acontecimientos que ocurren en nuestra época. Hay dos formas posibles de verlo: o estamos filosofando como lo hicieron los “millennials” de la antigua Grecia, o hemos perdido la cabeza...