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Todos estos elementos están, en mayor o menor medida, afectados por la pandemia. Su atención ahora y en el período inmediato a la pospandemia, de manera apropiada, condicionará el nivel de recuperación y reconstrucción de la agricultura. La recuperación no podrá planificarse para una situación igual a la anterior, en la cual una serie de deficiencias condicionan fuertemente el desarrollo rural, y hacen que los agricultores familiares, a pesar de trabajar toda su vida, mantengan altos niveles de pobreza. Es importante “reconstruir para mejor”.
Hasta el momento, los agricultores familiares no han dejado de trabajar y producir alimentos. Pero están afectados por la falta de otras actividades laborales. Se estima que alrededor del 50% de sus ingresos son obtenidos de actividades diferentes a la agricultura o por el empleo agrícola y no agrícola fuera de su finca. Para una fase de pospandemia, no alcanzará con facilitar el acceso a semillas y herramientas para los agricultores y la asistencia técnica para la agricultura, ya que las familias de agricultores requieren, además, entrenamiento en actividades rurales no agrícolas, de forma que puedan complementar de mejor manera sus ingresos. Esto, sumado a los mismos servicios institucionales que son ofrecidos a la población urbana.
La pandemia no ha afectado directamente las condiciones del suelo y la disponibilidad de agua. Sin embargo, si no se prioriza a la agricultura en la recuperación y reconstrucción de la actividad socioeconómica del país, los programas de revitalización y manejo de suelos, y las obras de infraestructura para regular el régimen hídrico y gestionar la disponibilidad de agua, podrían ser postergados, reduciendo las oportunidades de modernización del sector. Esto es particularmente importante en un contexto de cambio climático, y de fuerte degradación de los recursos naturales.
Con relación al transporte, la infraestructura vial es crucial. El costo de transporte es un importante condicionante en el precio pagado en la finca por los productos agrícolas. Más y mejores carreteras podrían reducir los costos de transporte, por un lado, y ampliar el número de los comerciantes en busca de los productos agrícolas, incrementado las opciones de venta para el agricultor, y por ende, la posibilidad de alcanzar un mejor precio por sus productos. Para la pospandemia, la planificación para la construcción de infraestructura debería considerar, además de los espacios para los cuales se expandirán las urbes y los grandes negocios industriales y agrícolas extensivos, también las áreas de producción de los agricultores familiares para facilitar la movilización de los alimentos que el país requiere y consume nacionalmente.
Para la conectividad rural, no solo las carreteras son importantes. Todos los agricultores deberían tener acceso a electricidad, telefonía e internet. Esto es esencial para mejorar la comercialización, y recibir asistencia remota, de manera oportuna, para cuidar y mejorar su producción. La comercialización de los productos de la agricultura familiar deberá beneficiarse de la tecnología, acercando al agricultor al mercado, a las grandes plazas de comercialización y a los propios consumidores. El agricultor que desea emprender en comercialización directa de sus productos, debe tener espacio facilitado, en los mercados locales y los centros de acopio.
La industria juega un papel importante en el desarrollo de la agricultura familiar. Programas de integración “industria-productor” pueden resultar en el encadenamiento de la producción con la comercialización bajo una lógica de “ganar-ganar”. El agricultor recibiría asistencia técnica e insumos productivos, y la industria recibiría la producción del agricultor en cantidad programada, con calidad estandarizada y a un precio mutuamente aceptable. El Gobierno debería promover este tipo de asociaciones, a través de incentivos específicos para el productor y la industria, lo que resultaría, en términos generales, en una menor inversión para el Estado, en comparación a desarrollar programas de incentivo solo para la producción, que no siempre tienen asegurado un mercado. El mayor y mejor incentivo para el agricultor es el precio justo de su producto, además de la asistencia técnica y dotación de insumos productivos.
Finalmente, es necesario considerar la importancia de los consumidores en el desarrollo de la agricultura familiar. Consumidores mejor informados, y que tengan una apropiada “alfabetización” en materia de nutrición, demandarán productos frescos, nutritivos y variados, que generalmente son producidos en fincas y huertas familiares. Cuando se dispone de consumidores con mejores niveles de información y conocimiento en nutrición, todo el sistema se adecua para atenderlos. Esto implica modificar el sistema alimentario para pasar de una dieta hipercalórica y con elevados niveles de carbohidratos, sales y grasas saturadas, a una dieta más fresca y variada, incrementando la demanda de productos de la agricultura familiar. En un proceso de pospandemia, es importante contar con una población con mayores niveles de información y conocimiento sobre la base de una alimentación sana, y los efectos en su salud.
Una materia pendiente en el país, es el fortalecimiento de la asociación entre productores y el cooperativismo. Los agricultores deben recibir apoyo para el efecto. No es posible alcanzar un alto desarrollo de la agricultura familiar, si los agricultores no están organizados para mejorar la producción y con esto, además de generar economías de escala, disponer de ventajas en la negociación de insumos, asistencia técnica, acceso a mercados y mejores precios.
Durante la pandemia, los agricultores familiares siguieron llevando a la mesa de la población, alimentos esenciales. En la pospandemia, esta función esencial debe ser fortalecida, para tener un país mejor preparado para nuevos retos de desarrollo.