Vivir con tarjeta roja

Es sorprendente cómo una minúscula proteína, un millón de veces más pequeña que una gotita de agua, puede cambiarnos tan radicalmente el estilo de vida no sólo en un país sino en todo el mundo.

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A partir del covid-19 la historia de la humanidad se convertirá en un antes y un después. Es la primera vez en la historia de la población paraguaya que, fuera de tiempos de guerras internacionales o guerrillas internas, tenemos que vivir encerrados en nuestras casas como si fuéramos unas ratas que se esconden en algún lugar secreto.

Vivimos con tarjeta roja porque nos sacaron de la cancha de la vida y estamos sentados, recluidos en el banquillo de los acusados, por algo que no sabemos bien que hemos cometido o cuál es nuestro futuro.

Sin darnos cuenta estamos retrocediendo en el proceso de la civilización humana porque, por ejemplo, en continentes como Europa y América Latina, los países están cerrando sus fronteras y en vez de avanzar en procesos de integración, mancomunión de esfuerzos y crecimiento en forma conjunta, están cada uno encerrados tras sus líneas fronterizas y viendo cada cual cómo pueda arreglarse.

Estamos retrocediendo también en cuanto a libertades individuales que hemos conquistado a lo largo de la historia, porque estamos cediendo parte de nuestra voluntad, de nuestro libre albedrío, al Estado, al gobierno que se toma las atribuciones de establecer cuándo podemos salir, dónde debemos estar o qué podemos hacer.

Si bien la reclusión obligatoria en los hogares puede ser un factor positivo si la miramos como una oportunidad para llevar una vida familiar más íntima, más cercana y promover el cariño, la comprensión, la cooperación entre padres e hijos, entre hermanos y otros familiares, la vida social externa nos ha sido coartada y el sentido de vivir en sociedad está siendo restringido a niveles sorprendentes.

Esta situación también nos obliga a dejar de practicar gestos tan bellos tan atractivos del pasado como abrazarnos, besarnos, saludar a los amigos, a los seres queridos, porque tenemos que mantener una distancia de 2 metros como si cada uno fuese un potencial enemigo o portador de algún factor que puede ser peligroso para nuestra salud.

Esta claustrofobia también me genera una especie de odio injustificado hacia quienes supuestamente pensamos que podrían estar contaminados y, por ello, no queremos que compatriotas nuestros que están en el exterior regresen a su tierra.

Algunos intendentes y gobernadores dictaron normas para cerrar el ingreso de personas a sus ciudades y departamentos, incentivando así el odio hacia un enemigo común que es muy difícil de identificar. Esta situación también golpea con fuerza a miles de familias paraguayas que viven económicamente con el trabajo del día a día, con el esfuerzo que cada madrugada deben empezar a hacer para llevar el pan diario a la casa y que ahora no pueden salir o su forma de trabajar ha sido seriamente restringida por las medidas adoptadas por las autoridades a nivel nacional. Posiblemente la situación económica sea también seriamente afectada por la baja en la producción y en el consumo, lo cual nos está diciendo que en el presente año como país no tendremos el crecimiento esperado y es posible que nos estanquemos o incluso retrocedamos.

Esta pandemia también puede significar un motivo para una reflexión sobre qué estamos haciendo los seres humanos con nuestro planeta, estamos realizando algunas acciones de contaminación del medio ambiente o de invasión de zona que son típicas de animales silvestres. Estamos abusando del poder que nos dio la tecnología para experimentar la creación de nuevos compuestos químicos o tal vez propiciamos alguna forma de experimentación de combates bacteriológicos que en principio se pensaba que no podrían resultar tan peligrosos como lo es actualmente este virus que tanto mal nos está haciendo.

Estamos en cuarentena, estamos aislados en nuestras casas, la paciencia se nos está acabando y todavía no tenemos certeza de cuántas semanas o meses aún debemos resistir en estas condiciones. Ojalá todos tengamos fuerzas para poder seguir en paz y armonía dentro de nuestros hogares con nuestros vecinos y en convivencia con el resto de la sociedad.

Esta es una prueba excepcional para nuestro carácter como personas y también como pueblo. Hubo acontecimientos históricos en los que salieron a relucir la fuerza, la garra, la resistencia, el espíritu de la raza guaraní; quiera Dios que estos valores vuelvan a surgir para poder superar estos momentos sumamente difíciles por los cuales estamos atravesando.

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