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A pesar de que son los partidos políticos los que debían elevarla y promoverla como una forma de mejora de la calidad de vida de los habitantes fueron los partidos políticos en su gran mayoría los que destruyen la esencia de la misma vendiendo bancas, protegiendo a los corruptos a cambio de favores, al permitir que personas sin ninguna formación política -sin mencionar la formación ética- se candidaten por la buena receptividad en encuestas y la enorme posibilidad de ganar una elección. ¿Existen partidos que se ocupan de formar a las personas que los representarán? Creo que el resultado hasta ahora hablan por sí solo.
Un país como el nuestro no puede ser tomado en serio cuando las oficinas estatales que debían al menos dar muestras de lucha contra la corrupción la tratan de ocultar o minimizar, podemos hablar de la Contraloría, de las oficinas anticorrupción y tantas otras que muy poca eficiencia han demostrado. Las instituciones se convirtieron en fachadas que sirven a los hambrientos de dinero y bienes para intentar saciar su sed. A pesar del latrocinio no pueden saciarla y es tanto el anhelo de obtener más que dentro de la misma banda delincuencial se denuncian unos a otros, como lo vimos a lo largo de tres décadas de democracia en el Ejecutivo, en el Legislativo, en las intendencias y en los gobiernos regionales.
El Poder Judicial demostró durante muchos años que el que tiene dinero puede comprar justicia. Que el amiguismo es más fuerte que la ley y que la impunidad se logra por medio de plazos vencidos y una enorme mora.
En los primeros años de democracia el principal problema era la falta de recursos económicos. El tiempo pasó y los problemas que se repiten en los gobiernos municipales y departamentales son, la siempre presente corrupción, de la mano de la mala administración de recursos. ¿Cuantas escuelas veremos derrumbarse sobre los niños paraguayos antes de que se tome en serio esto? ¿Cuántas personas deben morir en los precarios centros de atención a la salud?
Es fácil culpar de todo a las autoridades, es difícil cuando sabemos que nosotros como ciudadanía los pusimos donde están, o al menos lo hizo la mayoría que fue a votar. Es más complicado cuando sabemos que debe ser el gobierno de la mayoría, pero la mayoría elige no controlar a las autoridades y cuando algunos piden explicaciones los tratamos de problemáticos. Somos el vecino que se queja de dengue y no destruye los criaderos de mosquitos en su patio, no pasamos a la acción.
La democracia sigue siendo la mejor manera de gobierno que se conoce, pero para que la misma se fortalezca es necesaria practicarla con toda honestidad. Permitir los debates y abrirnos al diálogo, dejando de lado la intolerancia ante el que opina diferente en todos los ámbitos puede ser un primer paso que se debe complementar con poner de nuestra parte al participar activamente de los espacios de poder que mucha gente considera que son “exclusivos” de los políticos, no solamente votando el día de las elecciones. Los ciudadanos debemos involucrarnos y controlar a nuestras autoridades desde las que elaboran las leyes a las que hacer la vista gorda para no aplicarlas y, por supuesto, a las que se enriquecen sistemáticamente. Es por eso que también la prensa tiene un rol importante.
Para fortalecer a nuestra democracia necesitamos que realmente los poderes de Estado sean independientes, que la institucionalidad se establezca y dejemos de esperar que una persona nos pueda sacar sola del pozo.