La clave no es el tipo de urna

Ya empezó de nuevo la discusión sobre el tipo de urna que debe utilizarse en las elecciones municipales y generales de la nación. Ya hemos cruzado este puente varias veces y persisten las sospechas sobre la posibilidad de fraudes. Entonces, el problema no está en qué clase de aparato electrónico utilicemos sino en qué nivel de civismo y honestidad tienen las personas que manejan los instrumentos.

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El Tribunal Superior de Justicia Electoral anunció la llegada de las primeras urnas electrónicas a principios del año entrante para los cursos de capacitación de las personas interesadas en ser miembros de mesa, fiscalizadores y observadores. Nadie puede objetar la conveniencia de esta actividad pues el conocimiento de cómo funcionan estas máquinas es fundamental para una jornada legítima y ejemplar en el día de las elecciones.

Uno de los profesionales del área más conocidos y respetados, Carlos María Ljubetic, asesor del TSJE, asevera que el uso de estas máquinas es altamente recomendable porque la experiencia en diversos países confirma que los resultados son absolutamente confiables y seguros. En relación a sospechas de posible manipulación informática de los resultados, dijo que eso podría darse en algún ambiente cerrado y exclusivo, pero que en las elecciones habrá aproximadamente 15.000 máquinas, totalmente aisladas, en cada local de votación, ante la presencia de centenares de miembros de mesa y fiscalizadores, razones por las cuales la manipulación es imposible.

Algunos voceros, tanto del oficialismo colorado como del movimiento cartista, expresaron sus dudas en cuanto a la fiabilidad de las urnas electrónicas. Argumentaron que, por ejemplo, debido a problemas en el uso de las máquinas, el Brasil retornó al sistema de votación por medio de las papeletas.

Políticos patriaqueridistas manifestaron su apoyo a las urnas electrónicas pero con una importante condición: que las máquinas expidan una boleta impresa a cada elector y que el escrutinio sea público, como lo manda la Constitución Nacional.

Aquí conviene hacer una pausa y reflexionar un poco. Sufragando con las papeletas tradicionales, el dictador Stroessner obtenía casi el 90 por ciento de los votos; utilizando las máquinas electrónicas, el usurpador Maduro se hizo reelegir por mayoría absoluta. Entonces, la esencia del sufragio legítimo, representativo y democrático no está en la utilización de máquinas o papeletas.

El pilar fundamental de todo proceso eleccionario es la honradez de quienes administran, supervisan, cuentan y proclaman los resultados de los comicios. Si, tanto entre los líderes partidarios como entre los funcionarios del TSJE, los expertos en fraude asumen un rol activo en el proceso, carece de importancia si se vota en la urna electrónica de última generación, en papeletas impresas o escribiendo con lápiz sobre el papel higiénico, el resultado final siempre favorecerá al grupo que tiene el control del poder.

La honestidad no tiene sustitutos, cuando de procesar votos de la gente se trata.

ilde@abc.com.py

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