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El despertador suena temprano, a las 5:00 aproximadamente. De ahí en adelante, Gustavo, de 26 años, prepara el desayuno, sus prendas para ir al trabajo y el uniforme para su hija María Paz, de seis años, que a esa hora de la mañana aún duerme.
La “pelea” para despertarla comienza a las 6:00. María Paz se pone de pie, va al baño para asearse, desayuna y se alista para ir a la escuela. Antes de las 7:00, este joven padre lleva de la mano a su pequeña niña hasta la escuela Nuevo Amanecer de Ñemby, ubicada a pocas cuadras de su vivienda. Tras despedirse de ella con un beso, Gustavo emprende un largo viaje hasta su lugar de trabajo en el Juzgado de San Lorenzo, cuya jornada laboral se extiende hasta las 13:00.
Gustavo está separado de la madre de su hija. La niña vivía con la mamá también en la ciudad de Ñemby. Sin embargo, en 2012, este joven se enteró de que María Paz no era bien atendida, lo que provocó en él un enojo que nunca antes había sentido. Fue como sacar “su otro yo” a la superficie.
Ese año, los padres de la menor llegaron a instancias judiciales, tras lo cual quedó Gustavo con la patria potestad de su hija. El litigio fue impulsado por este joven padre -de 23 años de edad en ese entonces-, pese a los problemas económicos que arrastraba, pues se ganaba la vida haciendo pasantías en tribunales o prácticas en estudios jurídicos, sin encontrar aún estabilidad laboral. Pero la “sangre” fue mucho más fuerte, se podría afirmar.
Desde ese momento, un nuevo camino se iniciaba. Gustavo ahora se hacía cargo por completo de su hija. Fue un cambio radical. “El cambio me hizo una mejor persona, un mejor hombre, un mejor padre. Cuando está un hijo con la mamá, uno se dedica a colaborar mensualmente con dinero y no sabe lo que es el día a día. Que esté contigo es otra cosa, te cambia la vida totalmente”, nos explicó el joven padre en una entrevista.
En 2013, Gustavo obtuvo un trabajo en el Juzgado de San Lorenzo, donde se desempeña como funcionario público. Para tener más cerca a su hija, la llevaba consigo al trabajo y, mientras él realizaba sus actividades laborales, María Paz quedaba en la guardería de la sede judicial. El tiempo pasó y era hora de ir a la escuela. Actualmente, María Paz está en el preescolar.
Gustavo llega a su vivienda para almorzar. En ese momento, su hija ya está en la casa. Tras descansar unas horas, ambos comparten el resto de la tarde para ver televisión, jugar y hacer la tarea escolar. Luego de cenar, las luces de la habitación de María Paz se apagan poco antes de las 22:00.
“Así es nuestra vida de lunes a viernes”, resalta Gustavo, para acotar que los fines de semana la actividad es más variada: paseos por los shoppings y plazas y lo mejor de todo: ir a los partidos del Club Olimpia. “Le encanta a ella ir a la cancha”, asegura el joven padre, soltando una sonrisa. Inmediatamente, nos muestra varias fotografías de padre e hija en los estadios y otras posando con la camiseta del Decano.
Consultado sobre qué consejo les daría a los padres que no quieren hacerse responsables de sus hijos, respondió que hacerse cargo “de tu propia sangre es lo que te hace hombre. Con mi experiencia les digo que le pongan mucho corazón, mucho ‘huevo’, allí uno se convierte en hombre, cuando toma esa responsabilidad”, sostiene.
Dijo que todo esto lo logró gracias al apoyo incondicional de sus familiares -en especial su madre, con quien vive- y sus amigos. No negó que inclusive hasta hoy atraviese por momentos económicamente difíciles, “pero siempre se supera, por los hijos”, enfatizó Gustavo. Este Día del Padre prevé pasarlo con su familia y en especial con su hija, quien desde hace tres años hizo, como bien lo dijo, convertirse en un mejor hombre que se siente realizado como tal.