Un Niñito Jesús de más de un siglo

En la compañía de Azcurra, ciudad de Caacupé, tradicionalmente se monta un pesebre que tiene una particularidad especial, la imagen del Niño Jesús que la engalana tiene casi 140 años de antigüedad y fue hecha en Italia.

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En la tranquila Azcurra una familia descendiente de italianos guarda consigo un verdadero tesoro, una imagen del Divino Niño Jesús que adorna los pesebres de la familia desde 1.880.

Miguel Ángel Morel Verdecchia, el jefe de la familia, nos cuenta que los Verdecchia Splendiani vinieron desde la ciudad italiana de Ascoli Piceno a Paraguay, después de la Guerra de la Triple Alianza y se asentaron en Villarrica.

“El pesebre lo armaron ahí por unos 50 años”, nos cuenta, con la imagen del Niño Jesús y otras piezas traídas durante la migración. Posteriormente la familia se mudó a Caazapá, donde por otros 50 años el pesebre de origen italiano era una atracción difícil de resistirse a visitar.

La pieza central de la conmemoración del nacimiento le fue entregada a Amílcar Morel Chaparro, hijo de Miguel Ángel Morel Verdecchia y Lucía Chaparro de Morel, hace 34 años como un símbolo para mantener viva la centenaria tradición familiar.

La imponente imagen no tiene la apariencia de una escultura de casi 140 años, ya que a lo largo de su historia ha sido restaurada por profesionales. “En 34 años, hicimos restaurar tres o cuatro veces y solo un arquitecto de apellido Smeda que vive en Asunción, que se recibió de arquitecto en Italia justamente, el es el que restaura al Niño”, relató Morel Verdecchia.

Al Niño lo acompañan otras pequeñas esculturas, como un venado y algunas casitas, que forman parte de las imágenes traídas por los inmigrantes italianos, mientras otras de las piezas que componen este pesebre fueron fabricados por artesanos locales. “Cuando se fueron perdiendo las piezas de Italia, mandaron hacer en Areguá, se iban embarcados desde ahí en tren y se recibían en Caazapá”, rememoró.

Cada año la familia invita a los vecinos y todos aquellos quieran visitar el pesebre que se acerquen, ya que es una tradición que va muriendo pero ellos la mantienen viva a pesar del paso del tiempo.

PROTEGER A LA NATURALEZA

Lucía Chaparro de Morel comenta que, como era costumbre, el pesebre era montado y adornado con ramas de árboles para darle ese aire natural, pero esta práctica fue interrumpida debido al impacto ambiental que representa.

“Hace unos diez años dejamos de traer, era toda una tradición, nuestros hijos traían las ramas en carreta”, recuerda y añade que luego de razonarlo, incluso adornaron el pesebre con ramas secas que caían de los árboles y hasta ramas quemadas, “a modo de protesta de mi parte porque no creo que el Niño nos pida que hagamos una deforestación parta preparar el nacimiento”, dijo.

Esta misma teoría la aplican a la flor de coco, que es uno de las principales ofrendas al pesebre. “Ya no usamos la flor de coco, ya no cortamos. Una vez me dijeron ‘falta la flor de coco’, y no le digo que no falta, acá en Cordillera estamos llenos de flor de coco, entonces el aroma ya llena lo que uno ve, m no hay necesidad de cortar, tenemos luego el adorno natural que Dios nos da”, explica.

MÁS QUE UN PESEBRE

“El pesebre no es solamente unas cuantas piezas de barro para hacer un paisaje, porque eso cualquiera lo puede hacer, hay cosas que se hacen con el corazón, hay cosas que se le da una vez al año la oportunidad al ser humano. Yo creo que ese es el mensaje del nacimiento y del pesebre, y tenemos que mantener porque es una tradición que une a la familia, mantiene el amor, la colaboración y el poder dar un poco de cada uno para empezar un nuevo año”, expresa Doña Lucía, como un mensaje a todos los paraguayos.

 

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