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Bajo el tórrido sol que golpea la siesta en la Villa Serrana el agua sale más fresca y cristalina de los grifos y chorros de Tupasy Ykua, uno de los puntos más visitados después de la Basílica.
El ritual del peregrino es el mismo: inclinarse a mojar el rostro, la cabeza y juntar el agua en botellas o damajuanas con la forma de la Virgen para llevar a las casas. Todos coinciden que es para espantar los males y curar a los enfermos durante el año.
El contacto con el vital líquido de por sí levanta el ánimo, aplaca el calor y aliviana la carga de la caminata bajo el sol.
Noelia Ferreira por poco baña a su beba de siete meses con el chorro de agua y cuenta que su hija nació en el Hospital de Barrio Obrero con una grave lesión en la cadera. Desde entonces han acudido, no sólo a los centros asistenciales y a profesionales médicos, sino a todo tipo gente naturalista dedicada a curar el mal.
Ahora decidieron llegar hasta la Basílica de Caacupé para pedir a la Virgen que la bebita sane definitivamente. De hecho, desde que le encomendaron su protección ha experimentado una gran mejoría. La acompaña su marido, Carlos David Alegre, y sus otros niños Yerika, Maximiliano y Luz María, en plena siesta para beber del agua y mojarse todo el cuerpo, dado que se le atribuye un gran poder curativo.
Con la inscripción “Rumbo a Caacupé 2017” otro grupo de doce personas llegó desde Coronel Oviedo con sus remeras color naranja y la imagen de la virgen bordada en el pecho.
Es una tradición religiosa que mantienen las familias Perez-Méndez, Collante-Benítez y Espinoza desde hace 30 años. “Por la salud, la familia y la gracia que recibimos cada año hacemos este sacrificio”, dice uno de los integrantes del grupo, todos parientes entre sí.
Cuentan que cada año cambian el color de la remera y el distintivo y vienen caminando desde Coronel Oviedo. Les acompaña un movil de auxilio a lo largo de los 80 kilómetros, ante cualquier eventualidad.
El objetivo es participar de la misa ovetense de las 00:00 para recibir la celebración del 8 de diciembre, como es tradicional cada año. Allí se encuentran todos los compueblanos y familiares y unen su plegaria.
También desde la lejana Ygatimí, departamento de Canindeyú, llegaron hasta el pozo de la Virgen unos 15 integrantes de las familias Cañete, López, Ramírez y Ávalos, acompañando la Caravana de peregrinación del Este del país.