Recordando al general Ramón Rosa Rodríguez

A 20 años del asesinato del entonces jefe de la Senad por motivos aún no aclarados, el hijo del militar recuerda a su padre y reflexiona en una carta sobre la injusticia de un crimen sin castigo justo.

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Pasaron ya 20 años de la mañana del 10 de octubre de 1994, cuando moría asesinado en plena vía pública en Asunción el entonces jefe de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), general Ramón Rosa Rodríguez, un militar formado en los Estados Unidos y de destacada carrera cuyo asesinato permanece envuelto en misterio.

Aquella mañana, Rodríguez acababa de dejar a sus hijas en el Colegio Internacional y volvía a su camioneta cuando desde un automóvil se efectuaron disparos de escopeta contra él, hiriéndolo solo levemente pero dejando muy malherido al chofer del militar, quien fallecería días después.

Rodríguez reconoció a uno de los hombres que habían intentado matarlo; se trataba de otro militar, el capitán Juan Emiliano Ruiz Díaz Oxilia. El general decidió llevarlo personalmente a reclusión, subiendo al vehículo donde otros dos militares tenían detenido y presuntamente desarmado al capitán Ruiz Díaz. Sin embargo, en el trayecto Ruiz Díaz sacó una pistola que tenía oculta y mató al general Rodríguez de un disparo en la cabeza.

Por el asesinato, Ruiz Díaz fue condenado en 1997 a 25 años de prisión. Se le otorgó la libertad condicional en 2011. Sin embargo, el motivo del crimen nunca fue esclarecido, aunque se especuló sobre documentos muy comprometedores que el general llevaba consigo esa mañana en un maletín, que desapareció tras el crimen para reaparecer luego sospechosamente ligero en contenido.

Al cumplirse 20 años del crimen, en días en los que la naturaleza sanguinaria de los narcotraficantes hacia quienes buscan exponerlos y combatirlos ha quedado trágicamente reafirmada, Ramón Rodríguez, hijo del general, recuerda la figura de su padre, su vida y obra, el fatídico día del asesinato y la sensación de injusticia.

“El general había armado el rompecabezas que presentaría al presidente del Paraguay, su jefe directo, para avanzar definitivamente contra la criminalidad y corrupción en el país, ese mismo día”, recuerda. “El único pagador parcial fue Ruiz Díaz Oxilia. Hasta éste, riendo y alegre, salió de la cárcel con pena acortada años después. Mucho quedó callado, silenciado, pues en las palabras del sacerdote primo del general en el velorio: 'Aquí mismo en la casa de Dios están sentados los que están detrás de esto'”.

Lea la carta completa del hijo del militar asesinado.

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