Poner límites a los niños desde pequeños

La tarea de poner límites a los hijos debe iniciarse desde que el pequeño es apenas un bebé; no demorarse y disponerse a imponer disciplina a los ocho años, manifestó la psicóloga y terapeuta infantojuvenil Andrea Pedrozo de Fernández.

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La profesional se refirió a la tarea de los padres de disciplinar a los hijos, sin llegar a niveles abusivos y violentos, como el caso del padrastro que golpeó brutalmente a un niño de nueve años de edad. “Uno no puede pensar en poner límites a los ocho años; esto debe empezar desde cero, desde pequeño, bebé, ocho meses, 10 meses, un año, año y medio, dos”, manifestó al abordar el tema de manera general.

En contacto con radio ABC Cardinal, la psicóloga indicó que es un error de los adultos pretender imponer límites recién cuando se llega al punto máximo de paciencia. “Los límites aparecen cuando mi paciencia, mi capacidad de respuesta a la demanda del niño no tienen alternativa de resolución positiva, (pero) los límites deben aparecer desde el momento cero, como proceso educativo”, explicó.

Señaló la necesidad de enseñar a los niños “a frustrarse” antes de que sea tarde. “El niño es inteligente, va probando y marcando esa diferencia (…) Hoy tenemos niños que no tienen capacidad de frustración, que no saben perder, que buscan conseguir lo que quieren porque no han hecho otra cosa en su vida; no aceptan límites y no aceptan frustrarse”, expresó.

Se refirió a los clásicos berrinches en público, ocasión en que el niño aprovecha para intentar hacer ceder a los padres ante sus caprichos. “Cuando tiene público, el niño va a hacer berrinches más fuertes, y ahí es donde yo adulto manejo y administro las circunstancias; ahí puedo marcar el límite con mi propia presencia y decir 'esto no se soluciona así, llorar no cambia la realidad, zapatear no cambia la realidad'”.

Citó la típica escena del niño en el supermercado tirándose al piso por algún juguete o golosina. “El papá le dice que no, el niño grita, se tira al piso, pero el niño aumenta su tono; entonces el papá -por vergüenza- agarra el juguete, lo pone en el carrito, paga, se calla y luego reclama en el auto”, describió para luego concluir que de esta manera “el niño aprendió que con su berrinche puede ganar y conseguir lo que quiere”.

Tras recalcar que “cada mundo es un mundo diferente”, indicó que en estos casos específicos “yo adulto debo sacar al niño del lugar y puedo salir afuera con él, sentarme a un costado, hablar ahí o en el auto; conversar con él y decir que esto no se soluciona así”. Mencionó que inclusive los padres pueden anticiparse al berrinche y antes de la salida, aclarar los términos de antemano. “Uno puede decir 'vamos al súper juntos' y agregar 'no tengo dinero ni tiempo para comprar cosas que vos querés, estamos con una lista y no me pidas cosas porque no vas a tener. Si querés, vas conmigo, sino te quedás'”, indicó.

Sobre la costumbre presente en muchas familias de aplicar castigos físicos, señaló que ello debe evaluarse de acuerdo a la edad y la situación. “Le das una palmada en el pañal, por una cuestión de susto, y luego viene la firmeza del 'no, esto no'; no es lo mismo que un caso de un niño de siete u ocho años, menos de 12 años... Ahí hay otros mecanismos; si le doy tres cintarazos pero le dejo el celular, qué sentido tiene”, expresó. Finalmente, reafirmó la necesidad de “coherencia del adulto entre lo que quiere que el adolescente haga y lo que el adulto hace”. Recordó igualmente que en muchas ocasiones “los castigos morales, emocionales, te duelen hasta el alma y el que llora es el orgullo y no el cuerpo”.

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