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La psicóloga especialista en terapia familiar explicó que el uso de piercing tiene mucho que ver con costumbres antiguas, que se han heredado de diversas culturas y se mantienen hasta hoy en grupos sociales urbanos que buscan una forma de identificación con algo que los atrae.
Por sobre todo, la profesional especificó que el uso de este tipo de accesorios “es parte de la identidad”, y las autoridades, así como cualquier persona que es miembro de la sociedad, lo tiene que respetar.
“Uno no puede estar invadiendo la privacidad del otro, su intimidad”, especificó la licenciada Carolina Peña en conversación con ABC Color.
Puntualizó que, desde la perspectiva de los efectivos policiales o militares, sí podría verse como una demostración de desafío hacia la autoridad, “pero de ahí a que eso les dé potestad de parar a un ciudadano en la calle y pedirle que se saque el accesorio, eso no está permitido”, declaró la terapeuta.
“Los usuarios de accesorios como los piercings son personas desafiantes a las convenciones sociales. Por su parte, policías y militares tienen una mentalidad de obediencia; por eso se dan esos conflictos. Pero no pueden irrumpir en el derecho de cualquier persona a utilizar determinado accesorio. Se supone que ya dejamos eso atrás”, expresó.
Con respecto al ámbito de la salud, la psicóloga sí mencionó que el uso de accesorios podría tratarse de una conducta de riesgo, dependiendo de si la persona lo realiza en un sitio no esterilizado y sin supervisión médica, pues el organismo se puede contaminar, volviéndose proclive a infecciones como la hepatitis o el mismo VIH. “Es por eso que se recomienda realizar estas prácticas libremente, pero con control médico”, señaló la licenciada.
La polémica se dio luego de que dos uniformados del grupo Lince ordenaran a un joven que se quitara el piercing que llevaba puesto.
Luego, el viceministro de trabajo, Guillermo Sosa, expresó que el uso de este accesorio es considerado “una de las enfermedades mentales modernas”.