Paladar paraguayo, el más variado de Sudamérica

El paladar paraguayo es uno de los más variados de Sudamérica, dado que acepta sabores dulces, ácidos y amargos, sin mayores inconvenientes, destaca un estudio realizado para una firma transnacional para Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Perú.

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La investigación fue realizada por la Agencia de Innovación Alexandría, y concluye que el paladar está en permanente desarrollo en los individuos desde que son niños y no tiene un rumbo fijo de evolución, sino que es influenciado por diversos factores y actores.

En cuanto al paladar paraguayo, específicamente, señala que, si bien se concluye que no existen grandes diferencias entre los paladares de los países de la región sur de América Latina, el del paraguayo es el segundo que más acepta lo dulce (detrás del de los bolivianos), el segundo con más “sensorialidad” (primero se encuentra el de los peruanos) y el que más disfruta de los gustos ácidos/amargos.

Agrega que aquel "paladar autóctono", formado por ingredientes sencillos y cocciones simples que comían los guaraníes, a la gran cantidad de ofertas de productos de diversas regiones que se consumen hoy en el país, Paraguay ha ido modificando su paladar y experimenta hoy un redescubrimiento de su identidad culinaria, fusionada con ingredientes que ha ido adoptando desde otras culturas a lo largo de los años.

El estudio, realizado para la Compañía Coca-Cola, el paladar de los individuos se conforma por tres ejes en equilibrio dinámico: sabor, contexto de consumo y motivación o sentido en la propia vida.

Dice que el factor sabor es tal vez el que intuitivamente es más lógico considerar y es realmente clave, tiene que gustarme lo que voy a comer, "nunca puedo comer algo que considere desagradable".

Agrega que el segundo eje es el contexto de consumo: si algo en mi entorno más cercano me motiva a hacerlo -mi madre, mis amigos, mis colegas de trabajo, los rituales de comida que traemos y que vamos incorporando a lo largo de la vida- genera oportunidades para modificar el paladar, para ir haciéndolo más sofisticado en término de sabores, texturas, etc.

Finalmente, sostiene que la motivación o sentido en mi vida puede generar cambios –incluso bruscos- de paladar: si tengo una razón muy fuerte (positiva como las ganas propias, o negativa como una enfermedad) acepto cambiar el paladar, que se adaptará a la nueva situación.

Subraya que los tres factores logran un equilibrio y la alteración de uno de ellos genera un nuevo orden, un nuevo estatus de desarrollo del paladar del individuo.

 

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