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Reciben beneficios del programa Tekoporã, pero las veces que cobran, la pasan peor, a consecuencia del vicio de sus padres. Estefana Bogarín (43) y su pareja Virgilio Paniagua (53) tienen 4 hijos y habitan una precaria vivienda en la compañía Santa Teresita, Ñuai, ubicada a unos 25 kilómetros de la ciudad Ybycuí.
Cuando llegamos al lugar, con la doctora Rebeca Escobar, del programa de Atención Primaria de Salud (APS) y la responsable de la Consejería Municipal por los Derechos del Niño, Niña y Adolescente (Codeni), Olga González, eran las 08:00 de la mañana. En el sitio hallamos a dos niñas, de 2 y 5 años, quienes estaban luchando contra el frío tomando sol en el caminito que conduce a la casa.
Estefana nos recibió en ausencia de Virgilio, que fue a realizar una changa a una chacra cercana en compañía del hijo mayor. La mujer, con una pierna herida y atada, producto de una quemadura, se encontraba sentada en un banco de madera, frente a la casa, “alfombrada” de botellas vacías de bebidas alcohólicas y traperías. Nos atendió en forma amigable, pues conoce muy bien a la doctora Escobar, quien la visita asiduamente.
Comenta que junto con su marido trajeron al mundo a 5 varones y 6 mujeres, por lo que en total tienen 11 hijos. Cuatro ya son mayores de edad (tres varones de 25, 24 y 20 años y una mujer de de 21 años). Un varón tiene 17 años y las 5 mujeres menores tienen 14, 11, 9, 5, y 2 años.
Actualmente, viven en la casa el hijo mayor de 25 años y las tres últimas niñas. La de 9 años es la única que va a la escuela, mientras que los otros ya salieron del calvario y tienen el “privilegio” de estar esparcidos en distintos lugares, fruton de huídas o entregas voluntarias a otras familias.
Según referencias, Virgilio y su hijo mayor son trabajadores y tienen algunos cultivos por lo que los componentes de la familia algunas veces la pasan bien a nivel alimentación. Lamentablemente, el dinero que reciben lo “invierten” en bebidas alcohólicas. Fuentes relatan que, cuando los padres se emborrachan, se golpean, e incluso se persiguen con machetes y honditas. Este último dato lo confirmaron las hijas y algunos vecinos. En los momentos de alcoholismo de los padres, los niños pasan hambre en medio de lamentos y si tienen tiempo tratan de esconderse en donde pueden, para no ser víctimas de la violencia. La niña de 9 años funge de cuidadora de sus hermanitas y generalmente para alimentarlas, hierve legumbre, fideos o arroz. Si es que no dispone de estos alimentos, el desayuno, el almuerzo y la cena no pasan de mandioca o algunas frutas, que abundan en los alrededores en esta época. La más pequeñita aún toma leche del pecho de la madre y cuando ésta cae al suelo, producto de la extrema borrachera, es cuando la niña aprovecha para mamar.
Estefana es hija de padres alcohólicos y según su propia manifestación, tuvo una infancia muy complicada. Siempre pensó que ella no sería como sus padres. Sin embargo, según confiesa, de a poco fue vencida por la tentación y se volvió adicta al alcohol para mitigar la ausencia de algunos componentes de su familia, que ella cataloga como “ingratos”. La realidad es que aquellos que se fueron, ya jamás quisieron volver a la casa.
La familia recibe más de 400 mil guaraníes en forma bimestral del Programa Tekoporã. Cuando este dinero llega a la casa, es cuando los miembros de la familia pasan las peores horas, pues esa ayuda los padres la emplean en comprar bebidas alcohólicas. La casita, de una sola pieza, cuenta con solamente tres pequeñas camas precarias, donde duermen en condiciones inhumanas. Las paredes y el estaqueo están incompletos. En el extremo trasero, está la cocina, consistente en un pequeño galpón semicaído, con techo descompuesto.
En otro sector, poseen una letrina común, donde se extiende para cubrir a los usuarios un pedazo de tela de menos de un metro cuadrado. Alrededor de la casa, la cantidad de botellas y latitas de bebidas alcohólicas está complementada con traperías de ropas en desuso. Según pudimos confirmar, la jefa el hogar lava las vestimentas muy pocas veces. Directamente las desechan y las renuevan con donaciones de algunas personas piadosas.
La funcionaria del Ministerio Público, Olga González, y la doctora Rebeca Escobar, ya recibieron numerosas promesas por parte de Estefana, de que ya no bebería y cambiaría de vida. Sin embrago, a juzgar por las versiones de ambas, la situación más bien empeora y las criaturas sufren graves peligros. La de Codeni elevó el caso a la Defensoría de Menor de Quiindy, y en consecuencia se constituyó al lugar Norma Gavilán, asistente del Juzgado de la Niñez de Paraguarí. Ahora, se aguarda agilidad en los trámites de rigor para que las criaturas como mínimo tengan un hogar sustituto con la ayuda de las autoridades.