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Bajo el frío y la lluvia, la niña con unas viejas pelotas de tenis hacía malabarismos, para impresionar a los conductores que transitaban por la zona y poder ganarse unas monedas, tal vez para comer algo.
La pequeña pese a que la llovizna era intensa no dejaba de pararse en medio de la avenida y tras dar su espectáculo, se acercaba a las ventanillas cerradas a pedir un poco de dinero.
Poco eran los choferes que bajaban el vidrio, para alentar a la niña con sus monedas. Ningún adulto acompañaba a la indígena en la esquina donde estaba mojándose y exponiéndose a contraer enfermedades respiratorias.