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A sus 81 años, doña Sara Servián tiene absolutamente todos sus sentidos funcionando, según su propia descripción.
Al escucharla hablar, no parece siquiera que hace solo unos pocos meses sufría todo tipo de maltratos por parte de personas que deberían amarla, pero fue justamente gracias a su coraje que pegó un grito de ayuda y logró librarse de la injusticia a la que la estaban sometiendo.
En este Día de las Madre, contó ilusionada a ABC Cardinal que sus niños están volviendo a comer, y que no ve la hora de recuperarse totalmente de su cirugía de rodilla para volver a sus andanzas de mamá guasu, a alimentar y llenar de amor a sus chiquititos, como le gusta llamarlos.
Cuenta que pudo ser rescatada de los malos tratos que sufría gracias a un sobrino “que vale oro”, y que ahora su comedor se encuentra en manos del Estado paraguayo. Pero esto es solo un “mientras tanto” para ña Sara, quien pide a las madres que “vuelvan a confiar y vuelvan a mandar a sus chicos: ahora serán bien tratados, porque hubo un tiempo en que muchas dejaron de llevarlos; apenas iban 60 de los 215 que asistían normalmente, por culpa de la mala atención que recibían”, dice en referencia a la sobrina que la mantenía encerrada y a amenazada, un tema muy doloroso que Sara Servián prefiere evitar a toda costa.
Lo importante para ella es que el ministro de la Niñez la visitó y le prometió que su comedor volverá a ser el de antes, y que le enviará un vehículo “para que vaya todos los días a verles a mis chiquititos”, comenta al programa Periodísticamente, de ABC Cardinal.
Tajante como siempre, agrega que el Estado, que administra su comedor por el momento, “se comprometió a darles el desayuno y la comida a los chicos”, y ella duerme con un ojo abierto, ne espera de que la promesa sea cumplida.
De hecho, cuando su condición se lo permite, se da una vuelta por el lugar. Solo tiene un pequeño inconveniente: los chicos la atropellan a abrazos y no la dejan regresar.
Pero hay una sola cosa que doña Sara quiere que quede bien fijada en la entrevista que brinda: “Díganle a la gente que en el comedor Mitã Raity siguen y seguirán comiendo los niños. Pronto, cuando me recupere de mi operación de la rodilla, estaré de nuevo por ahí”, afirma. El comedor funciona desde el año 2007, hace 11 años, pero mucho tiempo antes doña Sara ya se las arreglaba para alimentar esporádicamente a los niños más necesitados de la zona de Tablada.
Esta mujer, a la que la vida no le concedió hijos biológicos, pero en recompensa la llenó de hijos del alma, se despide con una anécdota reciente: “Hace poco un chico se acercó a la ventanilla del coche; creí que me iba a robar el celular, pero insistió en golpear los vidrios y me dijo: ‘Ña Sara, che akaru va'ekue nendive, ha mediante upéa nachemondái, nachesinverguénsai’”, recordó.
Como este agradecimiento, ha escuchado miles a través de los años. Pero este ya alcanza para entender lo que significa la retribución para alguien que, en su vida, dio mucho más de lo que ha recibido.